Este nuevo estreno y remake del más famoso cuento de todos los tiempos está recibiendo muchas criticas negativas, pero no se están valorando las cosas buenas y originales de las que dispone y que se deberían tener en cuenta. Es cierto que la película cojea en muchos aspectos, pero si no buscamos una película para la gala de los Oscars o que sea una de las perlas que pase a la historia, si no que lo buscamos es pasar un rato divertido, es cuestión de poner en una balanza sus fortalezas y debilidades y decidir si se está dispuesto a darle una oportunidad o no.

Catherine Hardwicke dirigió Crepúsculo y eso se nota en esta nueva cinta, puesto que utiliza aquel mismo ambiente oscuro y gótico de la primera, y por algunos momentos el lobo —que aquí es un licántropo— nos recuerda a aquellos hombres lobo de la saga Crepuscular; estás son algunas de las razones porque ha sido criticada, aunque no tiene porqué ser algo precisamente negativo. Estábamos acostumbrados a el cuento de Caperucita más multicolor e inocente, pero esta nueva versión siniestra da un nuevo punto de vista y nos saca de las típicas fabulas de antaño para acercarnos más a las tendencias actuales en que —por ejemplo— los hombres lobo están tan de moda, además de que la Caperucita protagonista se centra más en una adolescente que en una niña, y no encontramos una moraleja en este cuento, haciéndonos replantear la historia de forma totalmente nueva, cosa positiva entre tanta repetidera de lo repetido.

La ambientación medieval es preciosa, el pueblo, la herrería, la iglesia, los bosques, los vestidos… Aunque es verdad que no todo se basa en una buena ambientación, fotografía o vestuario, pero… si todo entra por los ojos: este punto en concreto está muy bien conseguido para ello.

Ahora pasemos a los puntos menos positivos: la mayoría de las interpretaciones son mediocres, no te crees que la pareja protagonista esté realmente enamorada, no te crees a la abuela de Caperucita —y eso sin ser el lobo haciéndose pasar por ella, sino la abuela en sí—, no te crees a la madre de Caperucita ni al padre; el único con energía y con vigor es Gary Oldman, que por si solo no consigue que las interpretaciones de la película sean rescatables. El ritmo de la historia es aquel típico de las películas comerciales que están hechas para llamar a las multitudes al cine, pero que se queda en una película de aquellas que la gente prefiere esperar a que la pasen por televisión y así poder verla desde casa.

Es una película que no es tan mala como muchas otras, ni tan buena tampoco, pero que para pasar un rato entretenido es apta y que sin pretensiones consigue dar un espectáculo visual interesante y una vuelta a la historia de Caperucita que nadie se esperaba.