Cuando parecía que la figura del vampiro en el cine estaba destinada a productos comerciales destinados a un público mayoritariamente adolescente, léase "Crepúsculo" y secuelas, Tomas Alfredson le devuelve toda la dignidad al personaje. Aunque enmarcada en el género fantástico, la película trata temas tan cotidianos como la soledad, la incomunicación entre padres e hijos, el acoso escolar y la búsqueda del amor. Con una narración pausada, lejos de los frenéticos montajes a los que nos tienen acostumbrados los americanos, lo cual no es en absoluto un lastre sino todo lo contrario, y unas imágenes de gran belleza y fuerza visual se nos cuenta una historia inolvidable. Aquí no hace falta abusar de los efectos especiales para disimular las carencias de un guión. Aquí el "efecto especial" es el conjunto de maravillosas sensaciones que nos transmiten los protagonistas del film. No es necesario ni siquiera mostrarnos colmillos. Oskar y Eli han llegado para contarnos su conmovedora historia, y es un placer que nos hayan "dejado entrar" en ella. Películas como esta nos recuerdan, por lo menos en mi caso, porque amamos el cine.