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España España · Granada
Voto de Giorgio:
10
Drama Biografía de Janusz Korczak, escritor, profesor y médico, que es recordado por su labor como director de un orfanato para niños judíos en Polonia durante los primeros años del nazismo. En 1942, sin embargo, se vio obligado a trasladar a doscientos huérfanos judíos al ghetto de Varsovia, desde donde, poco después, fueron enviados a Treblinka. (FILMAFFINITY)
24 de marzo de 2015
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno se queda desconcertado cuando termina el visionado de Korczak.

Por muchos motivos: por la historia, por el personaje principal, por la tremenda e increíble fotografía y por el carismático director, Wajda, que firma otra obra maestra sobre la segunda guerra mundial, no exenta de polémica.
Pero vayamos por partes.

La historia la conocemos de sobra, la hemos visto en tantas ocasiones los apasionados al cine. Nos cuenta los esfuerzos de un hombre por salvar los niños del orfanato que dirige tras la invasion alemana en Polonia. En este sentido, la influencia sobre “La lista de Schindler” (1993) es obvia y fundamental. Spielberg copió incluso la fotografía en B/N para asegurar un mayor realismo e identificación temporal. Pero Korczak no solo quiere salvar sus vidas, sino que se esfuerza continuamente en mantener ocupadas sus mentes y divertirlos para evitar la peor tragedia: la falta de esperanza. Esto también nos lo quiso contar Bellini en “La vida es bella” (1997).
Pero además, la historia nos habla de la existencia de los guetos judíos muchos antes de que llegaran los alemanes. Sabemos que el primer gueto judío surgió en la Venecia del s. XVI y desde entonces, los hubo siempre, forzados o voluntarios. En este caso, el orfanato acoge solo niños judíos en la Polonia de pre-guerra.

El personaje principal, Janusz Korczak, fue todo un ilustrado de su época. Médico, educador, escritor, poliglota y profesor, ejerció durante años como director de un orfanato para judíos en Varsovia, aunque en realidad nunca se sintió demasiado cerca de su religión. Su vida era la educación y sus niños, a los que no quiso abandonar en las diversas ocasiones en que pudo salvar su vida y escapar. Un personaje de los que ya no quedan, con valores morales de hierro que no traicionaría jamás (estuvo a punto de morir varias veces por negarse a llevar el brazalete judío. Nunca lo llevó). Su método de educación se basaba en la sinceridad total ante cualquier pregunta, como demostración de respeto, y en su insistencia en tratar a los niños como adultos, que sufren y sienten igual que ellos. Desgraciadamente, tanta sinceridad y amor tenía consecuencias también negativas, como vemos en una de las primeras escenas cuando un grupo de antiguos alumnos vienen a visitarlo. Un tipo único, de los que ya no hay, por desgracia.

En el aspecto técnico, la cinta probablemente no será siempre perfecta, pero su fotografía merece un capítulo aparte. Tras la cámara tenemos a Robby Muller, frecuente colaborador de Wenders y Jarmusch, entre otros. Un genio del blanco y negro que se supera a si mismo haciéndonos creer que la cinta fue rodada en los años 40 o 50. Sus tonos oscuros, centrados en los personajes y no en los detalles, hacen que destaquen las siluetas y nos deja siempre la sensación de un cierto desenfoque, como sucedía con el metraje de aquellos años. Sabor a Bresson, a Rossellini, al Jean Vigo de “Cero en conducta”. Una gran trabajo de Muller.

Y llegamos al director, Andrzej Wajda, que en mi opinión entrega su última gran joya cinematográfica. Wajda, siempre combativo e involucrado en la historia política de su país y de Europa, fue duramente criticado en Francia por no mostrar en la cinta el colaboracionismo de los polacos con los nazis durante la ocupación y su participación silenciosa en el holocausto. En mi opinión la crítica no se merece. Los polacos no judíos aparecen poco en el film, es verdad, pero resulta lógico cuando la historia que nos cuenta se desarrolla casi completamente dentro de un gueto rodeado de nazis. Tampoco nos presenta a los polacos como héroes que intentaron salvarlos. No, eso no paso en ningún país de Europa, ni siquiera en Francia. Creo que Wajda no quiere hablar de los polacos no judios y por eso los obvia en su relato. Él quiere hablar de Korczak y de lo que representó para su país. Y no entiendo porque los franceses tuvieron que perjudicar un film que, tras las críticas, tuvo enormes problemas de distribución, de ahí que apenas lo conozcamos. Me pregunto si esos valientes críticos franceses se atrevieron 3 años después a criticar por el mismo motivo la superproducción de Spielberg, donde SI hay una cierta intención de hacer ver que hubo alemanes buenos.

Para compensar la ofensa de esos malvados críticos, le doy un 10 a esta cinta olvidada e injustamente vilipendiada, con una gran historia, un personaje inspirador y maravilloso, una fotografía magistral y un director que merece mucho más reconocimiento del que tiene.

Puro arte.
Giorgio
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