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Voto de piensaencines:
2
Drama Nueva York, 1961. Llewyn Davis (Oscar Isaac) es un joven cantante de folk que vive de mala manera en el Greenwich Village. Durante un gélido invierno, con su guitarra a cuestas, sin casa fija y sin apenas dinero lucha por ganarse la vida como músico. Sobrevive cantando en pequeños garitos, pero, sobre todo, gracias a la ayuda de algunos amigos que le prestan su sofá para pasar las frías noches. De repente, decide viajar a Chicago para ... [+]
5 de junio de 2014
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy si que no me voy a extender.
Como en muchas ocasiones, se me escapó esta película de la escurridiza cartelera antes de poder verla, pero gracias a esos inventos modernos, la conseguí en dvd, y en versión original.
Reconozco que los Cohen, me gustan sólo con reservas, sólo en ciertas ocasiones, y especialmente cuando hacían guiones imposibles de serie Z.

Reconozco que de 1,45 horas, no fui incapaz de soportar más de 1,10 horas(1,14 exactamente). Y lo hago sin ningún tipo de vergüenza ni reparo, aunque sí buscando vuestro perdón.

Creo que ya somos mayorcitos para permitirnos dejar un libro que no nos gusta, o abandonar una sala de cine ante una película que no nos engancha, mucho más para algo tan sencillo como darle al STOP en el mando del DVD.
Si en 70 minutos, alguien no ha conseguido convencerte de que ahí hay una película, o no ha sido capaz de dejarte claro qué película te quiere contar...a lo mejor es que no hay película.
A lo mejor no te la están contando bien
A lo mejor no soy el público objetivo.
Una de las dos partes falla...o las dos.
Independientemente de que te gusten o no la música folk de los 60, el cine de perdedores, los cohen , las películas en que no pasa nada, los gatos, Carey Mulligan, el cine de autor, la intelectualidad de manual, Miley Cyrus o el Padre Abrahan y los pitufos, si no hay conexión entre la parte exponente y la receptora, no hay noviazgo, ni compromiso, ni moto que vender.
La conexión con esta no historia supone un sobreesfuerzo cimentado en un amor incondicional hacia sus autores, que yo no profeso. La desafección, el distanciamiento emocional y la falta de empatía hacia unos personajes antipáticos y en ocasiones repulsivos, se suman a la falta de ganas y de garra en la narración, en su estructura episódica, en una sutilidad tan extrema que pasa desapercibida y a unos diálogos que nunca son tan brillantes como nos quieren hacer entender.

Interpretaciones que están muy por encima de la dirección de los Cohen, que se empeñan en no eclipsar, por ejemplo, a un Oscar Isaac que se las apaña para brillar a pesar de ellos. Carey Mulligan convertida en una contradicción andante y John Goodman en el personaje más sinsentido que recuerdo de su prodigiosa carrera, momento en que ya no pude más y decidí dejarme llevar por otras obras menores y de menos calado itelectual.
Otro fracaso más mío hacia los Cohen, que me reafirma en eso que siempre digo de "sobrevalora que algo queda".

Eso sí, el toque de genialidad que evidentemente tienen, queda manifiesto con el personaje que se convierte en protagonista absoluto de la cinta: EL GATO.
Desde aquí os pido humildemente vuestro perdón, pero aunque me condenéis al fuego eterno de la caldera de Pedro Botero, juro que jamás veré esos 35 minutos de película que mi encogido cerebro no pudo soportar.
piensaencines
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