Hace 20 años, cuando algunos éramos adolescentes, Bajo Ulloa triunfó con Airbag. Una película que sin ser artísticamente muy bollante alcanzó un éxito comercial apabullante debido a la innovación que supuso. Pues bien, en El rey gitano ya no queda nada de eso. Los chistes que hacían gracia con 15 ó 16 años ya no tienen tal efecto a estas alturas. Pero es que en esta película directamente no hacen ni pajolera gracia. Abusando además de gags escatológicos. Es más, ni tan siquiera funciona en su vertiente de crítica social y política, que termina reduciéndose a la familia real y amaga con tocar más palos. Pero lo hace de forma muy banal.

Y eso que recupera a unos cuantos actores como Karra Elejalde, Manuel Manquiña o Sardá. Esta última con un insulso papel reservado, pero no peor que el de Arturo Valls que ganaría con toda justicia el razzy al peor actor español del 2015. Es tan pésima su actuación que imita el acento gitano según le venga o entona su registro normal. María León, por su parte, está mucho más aceptable y luciendo palmito (que tampoco era necesario, pero no daña a la vista ni mucho menos). En cuanto a la pareja de cantamañas, verdaderamente no sé qué demonios pintan. Encarnando situaciones tan absurdas como innecesarias.

No me quiero olvidar de la pareja protagonista, representantes de las dos Españas que son una especie de Mortadelo y Filemón. Ya que vienen a realizar una misión secreta y encima se llaman de usted. No lo hacen mal, pero las escenas que supuestamente son humorísticas, como vengo diciendo, harían gracia en los años noventa. Hoy día quedan rancias y dan algo de más sopor que risa. Y eso, en una película que se supone que es una comedia es la antesala del fracaso. Destaco algunas what-the-fuck scenes en spoiler.

En definitiva, aburrimiento se alarga y se termina pidiendo la hora. Sólo recuerdo haberme reído al final, que establece una conclusión bastante interesante.