Lo más importante que supuso esta obra, aparte de la primera adaptación del cómic americano de Conan, fue el relanzamiento de Arnold Schwarzenegger. Sin embargo, aparte del desarrollo de la película en sí su interpretación me parece irregular. Durante los años ochenta, en los héroes de acción predominó demasiado el mayor esfuerzo en poner caras serias y desafiantes que en transmitir sentimientos. Sin embargo, las películas gustaban mucho al público y eso colaboraba a identificar a esos actores incipientes como estrellas.

Hablo de desarrollo irregular porque en la primera mitad del film el guión es bastante flojo y existe muy poco diálogo, casi todo él de un narrador que marca un antes y un después y que incluso se suma a la participación en la historia. En esa parte se cuenta el crecimiento de Conan y los sucesos que marcan su vida. Siendo interpretada su niñez (aunque no llega a pronunciar ni una sola palabra) por el español Jorge Sanz, siendo además Nadiuska su madre. En la segunda mitad, el ritmo es distinto y asistimos a un avance más ágil y completo incrementándose las escenas interesantes.

Los efectos especiales son modestos, destacando positivamente la escena con la bruja y negativamente la lucha contra la serpiente gigante. Sin embargo, son perdonados gracias a una puesta en escena muy atractiva. Tanto los escenarios naturales escogidos como los artificiales (en especial la guarida del antagonista) colaboran a una ambientación muy apropiada. También el vestuario se halla muy acorde y qué decir de la preciosa banda sonora que impregna de una enorme épica la historia que se nos cuenta.

En definitiva, es una película que le ha afectado un poco el paso del tiempo pero que va de menos a más y de hecho muy superior a otras adaptaciones como la segunda parte de 1984 o el innecesario remake de hace unos años.