Inicialmente, este remake se enfrentó a varios problemas. De primeras, el reto de igualar o superar la versión para televisión que inauguró el mito de payasos asesinos con un excelente Tim Curry. Pero también sufrió la dimisión de su director inicial debido a discrepancias con la producción en aspectos de inversión económica fundamentalmente. Sin embargo, Muschietti ha conseguido construir una gran película.

Entre la pandilla de niños, tenemos a Finn Wolfhard que ya es conocido por ser uno de los protagonistas de la serie Stranger Things. Ejerce el papel del chistoso, sacándole la gracia a toda situación que sufre con sus amigos y arrancando risas entre el público. Pero la eficacia interpretativa también es reseñable en el resto, como también son destacables la chica y el gordito. Además, en muchas ocasiones vemos situaciones en las que su amistad se une por encima de todo, demostrando una conexión absoluta.

El nuevo payaso ya había gustado a Tim Curry y desde luego que no decepciona. Es cierto que el recuerdo del primero pesa mucho, pero se crean expresiones aterradoras y muy especialmente cuando muestra sus dientes. Es un payaso con ojos menos expresivos (inolvidables en Curry) y con mucho más maquillaje, pero su trabajo se cumple con brillantez.

La ambientación y los efectos especiales están muy conseguidos, especialmente algunas escenas que señalo en spoiler. Afortunadamente, no asistimos a una mero copia y pega de la película de 1990 con la excepción de la mítica y conocida escena del barquito (y aún así con ciertos cambios). Nos encontramos con apariciones y momentos inquietantes nuevos, así como una mayor profundización en lo que sucede con los niños desaparecidos.

Sigo en spoiler, comentando además algunos cambios con la anterior película. Los que sí que se pueden mencionar públicamente consisten en que en esta primera parte se centra la historia exclusivamente en la época de niños. Una circunstancia que se agradece mucho. No ya por un mejor orden, sino para disfrutar más tiempo de este grupo juvenil que nada tiene que envidiar al excelente de 1990.