En el mundo del cine tenemos la suerte -cada vez menos asidua- de que algunas producciones son hechas con el mismo material con el que se hacen los sueños. Una materia indefinida que lo mismo podría ser una simbiosis entre imaginación y magia o algo completamente ajeno a esto. Lo cierto es que no lo sabemos, sin embargo, reconocemos fácilmente los productos que salen de las fauces de una mente tan imaginativa como la de Tim Burton, y en especial obras tan especiales como es el caso de "Big Fish".

Odiada por muchos y amada por otros tantos, el film se eleva como una aproximación fantástica al mundo de los recuerdos, muy en relación con el mundo de los sueños -algo de lo que ya hablaba Carl Gustav Jung-. Y es que, el protagonista de este film (Edward), interpretado en su versión joven por un estupendo Ewan McGregor, nos narra la historia de su vida desde una perspectiva en la que todo parece haber salido de un mundo irreal lleno de fantasía. Un mundo en el que la felicidad invade absolutamente todo. La distorsión de los recuerdos (ya sea porque a veces exaltamos el pasado o directamente preferimos una versión alternativa) proporciona un ambiente muy próximo a los cuentos de hadas, al mismo tiempo que ejerce una fuerte ambigüedad sobre el propio relato.