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España España · Zaragoza
Voto de Strelnikov:
10
Intriga. Bélico. Drama El Coronel Franz Von Waldheim se encuentra destacado en París con una misión muy concreta: hacerse con las modernas pinturas francesas, las mismas calificadas de "degeneradas" por los nazis, y cargarlas en un tren con destino a Alemania para el Tercer Reich. Eso sí, ha de tener mucho cuidado de no dañar la carga y, además, tiene de tiempo límite lo que tarden los aliados en reconquistar la ciudad, es decir, poco margen ya que cada vez están más cerca. (FILMAFFINITY) [+]
30 de octubre de 2010
31 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque los héroes huelen a grasa, a sudor, al coñac de la mañana...Porque llevan las uñas sucias, las caras tiznadas de hollín, los cuellos de las camisas rozados y las chaquetas de los uniformes arrugadas.
Porque no son cultos, ni guapos, ni saben exactamente por qué hacen lo que hacen y, posiblemente, porque en su casa son tan vulgares y grises como cualquiera.
Porque mueren sin heroísmo, sin discursos grandilocuentes, fusilados anónimamente en una tapia o en una cuneta, olvidados ya en la siguiente escena.
Son Jacques, el jefe de la estación y su queso, la carabina casi de juguete de su sobrino Henry, los 4 francos de Papa Boule, los 60 francos de la dueña de la fonda, Christine, y la corbata demasiado corta de Labiche. Son los sin nombre, los de la pintura blanca, los que pican junto a las vías, los que quitan los carteles de las estaciones, el tipo que cuelga la chaqueta en el cambio de agujas o la anciana que cierra presurosa el paso con barreras...
Porque no hay actores en esta película. Porque los jefes de estación llevan toda la vida dando salida a los trenes, porque Pinnot, Pesquet y, no digamos, Papá Boule tienen las manos callosas de las miles de paladas de carbón que han echado a la caldera y de las miles de bielas que han engrasado, porque el bigotudo cantinero huele a Pernot y porque la funcionaria del museo, Villard, no ha vivido más pasión que la de las paredes llenas de cuadros.
Porque el coronel Von Whalheim es un aristócrata orgulloso, con una bonita residencia en algún retirado rinconcito de Baviera, donde las doncellas llevan uniformes con puntillas y suena Mozart. Porque el mayor Herren es un profesional, un hombre realista que bien podría haber sido el Labiche alemán si la invasión hubiera sido al revés.
Porque la mejor música es el incesante jadeo de las locomotoras (spoiler 1)
Porque contiene la mejor escena de amor que yo he visto en mi vida. Dura tres segundos y los protagonistas ni se tocan. (Spoiler 2)
Porque Frankenheimer es un relojero que construye una maquinaria perfecta y el montador un ser en estado de gracia en cada segundo.
Porque la estrella de Hollywood podría ser el chirrido disonante en la armonía perfecta. Pero la estrella tampoco es un actor, sino un titán llamado Burt Lancaster. El viejo acróbata que baja escaleras a pulso, sube y se lanza de trenes en marcha, el tipo que rueda por el terraplén, el que hace piezas y las pule, el que empalma cables como si lo hubiera hecho toda su vida.
Porque, como diría Carlos Pumares, es en blanco y negro...y en una infinita gama de grises, de nieblas y humedades.
Porque nunca he visto un bombardeo mejor hecho.
Por eso y mucho más esta película es una obra maestra. Gracias
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Strelnikov
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