Hay películas en las que es difícil entrar. Si consigues conectar con la historia y envolverte en ella, puedes disfrutarla y apreciar lo que te proponen. En el caso contrario, el rato que dura la obra se te puede hacer interminable. Fue lo que me ocurrió a mi al ver Quién te cantará, tercer trabajo de Carlos Vermut.

Vermut es un director alejado de convencionalismos no apto para cualquier espectador. Sus películas hasta la fecha -Diamond Flash y Magical Girl- eran dos dramas cargados de simbolismos que superaban las dos horas de duración y que al igual que su último trabajo, son filmes en los que si no entras desde un inicio vas a contracorriente y te pierdes en ese mar de imágenes, ideas y conceptos.

Yo me aburrí soberanamente. No conseguí empatizar con la historia de la cantante, ni con el sufrimiento de Violeta y la relación que surge entre ambas. Únicamente hacía el final comienza a interesarme un poco, pero el sopor en el que me he sumido anteriormente no me permite disfrutar plenamente del desenlace.

En el plano interpretativo, Najwa Nimri se ajusta quizá más de la cuenta al papel de amnésica, pues en mi opinión su interpretación es demasiado plana. No me transmite nada. Eva Llorach y Natalia de Molina si merecen una especial mención. La primera en su rol de mujer afligida atormentada por una hija violenta y desagradable que se empeña en hacerle la vida imposible.

Con esto no quiero decir que Quién te cantará sea una mala película, simplemente es complicada de ver. Iba con unas expectativas altas que no se cumplieron y me quedé con la sensación de que podía haber empleado esas dos horas en otra sala del cine.

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