Cuando en 1976 Sylvester Stallone se enfundaba por primera vez los guantes y subía al ring, pocos podían imaginar que el personaje de Rocky Balboa alcanzaría la friolera de 8 películas. A pesar de sus altibajos, el potro italiano supo sobreponerse a los golpes bajos de taquilla y crítica de alguna de las entregas de la saga, convirtiéndose en leyenda cinematográfica.

Cambian los rivales y los combates, pero el resultado sigue siendo el mismo: emocionante, entretenido y emotivo. La misma fórmula que se grangeó a una legión de fans sigue dando sus frutos. Stallone se hace mayor pero cada vez que sale en pantalla, la película gana. Michael B. Jordan es un más que digno heredero y en esta entrega se recupera a un viejo conocido, Dolph Lundgren. A pesar de los años, el sueco sigue siendo un villano perfecto.

Su personaje, al igual que el de Stallone, ha dado un paso al lado dejando que sea otro más joven el que siga sus consejos. Lecciones marcadas por el odio hacía un rival ante el que sucumbió en el pasado. Una derrota con la que Drago perdió todo. El orgullo, el reconocimiento nacional, dinero y a su mujer -una Brigitte Nielsen que también aparece en esta entrega-.

El resentimiento de Drago hacía Stallone vuelve y es el motor perfecto para la trama. Un rencor, el de la extinta URRSS contra occidente, en especial hacia los Estados Unidos que ya se nos mostró en la cuarta entrega de la saga. Si bien ahora ese tono patriótico queda bastante difuminado, la esencia persiste y ahora son otros dos luchadores los que siguen las instrucciones de los dos viejos guerreros.

Son estos dos veteranos actores los que brillan con luz propia en el filme. Sin desmerecer al resto del elenco, las escenas que comparten Stallone y Lundgren cortan el aire de la tensión que generan las miradas que se dirigen; o esos silencios en los que parece que toda la violencia del pasado va a volver a estallar.

A diferencia de su antecesora, Creed II: La leyenda de Rocky tiene momentos en los que parece diluirse y estos coinciden con la pérdida de presencia frente a la pantalla de Stallone. Más o menos hacía la mitad de la obra. Afortunadamente no son muchos minutos y se consigue salvar la situación sin que el espectador llegue a desconectar. La música de Bill Conti no está tan presente como en otras entregas, pero el director Steven Caple Jr sabe cuándo incorporarla y lo hace en el momento oportuno.

Las peleas son menos espectaculares que en la primera entrega pero en conjunto, Creed II es una digna sucesora que no defraudará a los seguidores de Rocky en particular, pero también a cualquier cinéfilo. Entretenimiento de calidad, que para los tiempos que corren y las películas que llegan a nuestros cines últimamente, no está nada mal. Un tipo de cine ya visto anteriormente, pero que sigue gustando. Y ya se sabe, si algo funciona, no se debe cambiar.

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