Al menos se han atrevido a rodarla; no hacerlo hubiera sido, quizá cobarde.

Lo importante siempre es el planteamiento desde una perspectiva: ¿porqué mentimos?
En éste caso, el protagonista miente porque teme afrontar sus miedos. Primero a sí mismo, y luego al resto. La cinta sólo toca la problemática de las consecuencias, pasando olímpicamente de las causas.

La causa es que vivimos en una sociedad corrupta. Una sociedad que tolera una crisis de valores crítica. Si tuvieramos satisfechas nuestras necesidades nadie tendría motivación para engañar a nadie. El motor del engaño siempre es la escasez.

Al prota le faltaba una dedicación vital en la que sentirse aceptado. Le faltaba una pareja con que
sentirse querido y le faltaba dinero y recursos con los que cubrir las necesidades básicas de su hogar.

Como cine social no termina de convencer. Previsible y fatalista. Fácil pero falta...