Tras darnos esa notable carta de presentación que fue Lejano (Uzak) (2002), Ceylan volvió a Cannes (con Premio FIPRESCI bajo el brazo) con un relato sobre el desgaste de una pareja y profundizando en el tema de las relaciones humanas que se convertirá en uno de sus temas recurrentes más tarde (la actual Winter Sleep es un ejemplo).

Ceylan y su mujer interpretan a la pareja protagonista dotando de aún más verosimilitud a la obra, sobretodo al ver como el propio Nuri Bilge Ceylan se retrata como alguien egoísta, insatisfecho y malogrado; unos caracteres que comparten muchos de los personajes que pueblan su filmografía. Su mujer, sin duda, es una verdadera revelación, dejándonos un trabajo excepcional sobretodo con un plano largo inicial en el que ella va emocionándose lentamente al darse cuenta de la fría e inexistente relación que tiene con su pareja.

Una película en la que Ceylan sigue mostrando más con los silencios que con los propios diálogos y en la que sigue utilizando esa relación anímica entre ser humano y naturaleza. Una obra de autor puro que, aunque no conmueve como Lejano (2002), sigue investigando y marcando su lenguaje y su estilo, que es cada vez más maduro e interesante.