Teníamos buenos referencias del lugar, así que aprovechamos que teníamos un día libre para ir a probar su comida con toda la familia.

El lugar es un sitio muy bonito, nos recibieron con cortesía y agrado. Aunque debo decir que empezamos a notar alguna sensación rara en el ambiente. Un trato especial, que quizá por el hecho de no ser muy común, nos pareció un poco teatralizado.

Respeto del ambiente nos esperábamos las raciones de tópicos, pero supimos valorar la variedad de matices que habían en la sala. Conocimos gente un poco superflua, pero otra maravillosa, como una actriz llamada Margot o el propio chef, que a pesar de ser un señor muy serio tenía un trato inusualmente cercano con nosotros.

Por lo que atañe a los ingredientes habían muchos sabores refrescantes y esto nos sorprendió. Debo decir que estas combinaciones con aromas entre el suspense de la puesta en escena y el humor ácido de muchas de sus presentaciones, nos convenció. Saben hacer burla de sus propios excesos sin dejar de ser contundentes. Eso sí, aún sigo sin saber que es la bergamota.

Con relación a la técnica que emplean, en general, se nota un trato bastante profesional. Se nota que llevan tiempo trabajando en el mundillo. Sus composiciones están guisadas con mucha densidad, tiene pizcas de menú diario, pero a la vez saben imprimir su personalidad en la presentación de cada plato. La crítica social, que nos la trajeron cocinada al vapor, quizá es de los más flojo de la carta.

Hay emplatados que buscan de forma desesperada llamar la atención del comensal, pero la aportación en el guion de una serie de singularidades metalingüísticas convierten sus platos en un experimento enriquecedor.

Respeto de la cuenta final, nos pareció un poco cara. Quizá podrían haber a aligerado un poco más con los giros efectistas, pero debo reconocer que me fui satisfecho. Al final lo que se paga, es la experiencia.