La idea que constituye toda la película está muy bien pensada, además creo que hay un esfuerzo sincero para crear un relato que de alguna manera pueda unir diferentes versiones de la verdad. Esto no va tanto de cine como de política y en este marco necesitamos gente valiente como Amenábar que cuente sin caprichos una interpretación de la historia plausible y que sea solo criticable para los intolerantes. Aquí encuentra el exegesis entre la biografía de Miguel de Unamuno, uno de los filósofos racionalistas más admirado y el golpe de estado del 36, creando una paradoja en dónde los vencedores nunca serán los aspirantes a la guerra. Pero no acaba de funcionar. Porque quizá no sabe que Unamuno es un cromo que todos queremos para nuestro álbum, y quizá porque se permite licencias históricas demasiado sesgadas para convencer al espectador que tenga un conocimiento medio del conflicto. Además porque caricaturiza en exceso los prohombres que protagonizan su función, y los símbolos de sus decorados. Esto lo digo a pesar del excelente trabajo interpretativo de Karra Elejalde, Unamuno no podía ser otro. Pero el relato no me convence a nivel de trama y queda a medio camino entre un manifiesto y una obra histórica documentalísticamente valiosa.