Una magnífica historia narrada por Conrad que, a su vez, bebe de una historia real (que hace bueno el dicho de que la realidad supera la ficción) de dos oficiales que litigaron durante nada más y nada menos que 19 años. Eran los capitanes Dupont y Fournier, los dos protagonistas del duelo que duró de 1794 a 1813. Un primerizo Ridley Scott los rebautiza ,tal y como compone en su novela corta Joseph Conrad ,con el grado de tenientes , Armand D'Huber y Gabriel Feraud, y da el pistoletazo, o más bien, el sablazo de salida en 1800 en Estrasburgo, Y este es uno de los grandes puntos fuertes de la película: un guión muy respetuoso con la novela, pero que cuenta con múltiples señas de identidad propia, un lenguaje visual espectacular, con una fotografía y una luminosidad sobresalientes. Con semejantes elementos y con unas caracterizaciones y vestuarios cuidados y estudiados, los duelos al alba o al salir el sol son , pictoricamente hablando, un cuadro del siglo XIX. El señor Scott se inicia en el séptimo artes con matrícula de honor en todos los apartados técnicos, incluyendo una banda sonora muy lírica y ensoñadora, pero no descuida el transfondo de la historia. Unos duelos que recorren el trayecto de la Gran Armeé de Napoleón, pasando por Lübeck, Rusia,etc; unos duelos eternos entre dos caballeros que, teniendo el sentido del honor y el deber muy desarrollado, lo entienden de manera muy diferente. Es inevitable imaginar , en el impetuoso Feraud ,un trasunto del mismisimo Napoleón Bonaparte, hecho que se encarga de reforza el propio Harvey Keitel con su poses, ademanes e incluso vestuario. El desenlace de la película es, sencillamente , genial .