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España España · Shangri-la. Andalucía
Voto de Maggie Smee:
10
Drama Estados Unidos, años 50. Jack (Hunter McCracken) es un niño que vive con sus hermanos y sus padres. Mientras que su madre (Jessica Chastain) encarna el amor y la ternura, su padre (Brad Pitt) representa la severidad, pues la cree necesaria para enseñarle al niño a enfrentarse a un mundo hostil. Ese proceso de formación se extiende desde la niñez hasta la edad adulta. Es entonces cuando Jack (Sean Penn) evoca los momentos trascendentes ... [+]
18 de septiembre de 2011
17 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
No vamos a comentar la breve pero magnífica filmografía de Terrence Malick. Por cuestión de espacio hablaremos simplemente de “El árbol de la vida”, sin hablar del espléndido pasado de su director y sin importarnos los aciertos o fracasos que el futuro le podría deparar. Sobre todo porque es difícil concretar cuando, tras verla, uno se encuentra en un estado, más que de emoción de conmoción. Y es que Malick es más que un director de cine, es un creador, de los más genuinos que existen en activo del cine americano y recientemente canonizado en Cannes con su palma de oro. Su universo es tan personal y tan rico que no se parece a ninguno (aunque en algunos momentos nos haya evocado lejanamente a Terence Davies), su manera de narrar es depurada, su dirección casi imperceptible y los actores llenan un molde reservado para ellos dentro de un engranaje perfectamente ensamblado, sin dar pie al lucimiento personal “al uso”. Pero es ante todo cine de autor, puro y duro, del calibre de Bergman, Kubrick o Tarkovski, donde queda patente que no sólo es lo que se quiere contar lo que podría gustar, es sin duda el cómo lo importante y donde se ve que hay una lucidez tremenda y un trabajo concienzudo. Pero a su vez, en contra de lo que se puede pensar, “El árbol de la vida” es quizás su película más ambiciosa y personal, por lo que quizás sea la que esté más alejada de eso que se llama el gran público. Viene a ser algo tan “revolucionario” como en 1968 estrenar sin previo aviso para ese gran público “2001, una odisea del espacio”, por ello quiero advertir al espectador que guste exclusivamente de un cine más comercial que, a medida que avance la proyección, empezará a moverse en su butaca y terminará por no sólo no entrar en el mundo de Malick, si no que muy probablemente abandonará la sala antes de que finalice. “El árbol de la vida” demuestra que aún se pueden producir milagros en una sala de cine y que pueden hermanar al espectador con el séptimo arte, ese chispazo que se produce de cuando en cuando y únicamente cuando se ha contemplado (más que visto en este caso) una obra maestra, de dimensiones ilimitadas y que toca constantes universales tales como la vida y la muerte, pero con un sentido filosófico y espiritual poco comunes en el cine actual. Es un viaje iniciático, que rompe reglas narrativas instauradas y en la que el espectador, desarmado y sin brújula no se sabe donde llegará. Posiblemente sea un punto de referencia para cualquier debate, más que teológico quizás bizantino, pero antes de imaginar más, conviene retener lo que se ha “vivido” y admirar “El árbol de la vida” como lo que es, controvertida para algunos y para otros afortunadamente una obra incontestable.
Maggie Smee
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