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España España · Shangri-la. Andalucía
Voto de Maggie Smee:
6
Comedia. Drama Aurore Tabort está separada, acaba de perder su empleo y recibe la noticia de que va a ser abuela. A sus 50 años su vida parece estar estancada, pero cuando se encuentra por casualidad con un antiguo amor de su juventud, se produce un cambio en Aurore, y se niega a admitir que esa podría ser la ocasión perfecta para empezar una nueva vida. (FILMAFFINITY)
5 de agosto de 2017
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace pocas semanas se estrenaba la película francesa de Emilie Deleuze “Jamais contente”, a la que en España se le añadió el nombre de “Aurora” en el título. Esto ha imposibilitado que “Aurore”, que es su título original, no se estrene como “Aurora”, en una clara alusión no solo al nombre de su protagonista, si no a lo que se pretendía, el “nuevo amanecer” de una mujer en crisis que entra en su quinta década de vida, por lo que este film, dirigido por Blandine Lenoir, finalmente, entre nosotros se conoce como “50 primaveras”, quizás un título algo más tópico, pero que al despistado espectador (y sobre todo espectadora) le puede dar más pistas de lo que se nos va a hablar, como por ejemplo, en la década de los setenta, se estrenó aquella rareza, desgraciadamente no del todo lograda, dirigida por Milton Katselas y protagonizada por Liv Ullman junto a Gene Kelly que se llamó “Cuarenta quilates”, sobre la crisis de una mujer que entra en sus cuarenta años de vida.

Y por eso aludía no solo a los posibles espectadores, si no sobre todo a las espectadoras, que en un 90% eran las asistentes a la proyección, porque, por desgracia, así como abundan películas de súper héroes, animación o acción, no abundan títulos cuya temática se centre en la mujer. El cine actual debería darse cuenta de que es un filón a explotar ya que es un sector rentable y que está ávido de material, pero no con films fallidos y horripilantes, como por ejemplo, “Women”, de Diane English, cuyo feminismo actúa como efecto inverso convirtiéndola en un canto a la caspa y al machismo. Tanto en la mayoría de películas como en telefims no acaban por rematar lo que deberían haber sido películas estupendas sobre mujeres y, con la suficiente habilidad de no ceñirlas a este público, si no que entre sus defensores se encuentren personas de todo tipo de sexo, convicciones y, ante todo, con gran pasión por el cine, que es lo que importa.

“50 primaveras” empieza bien, o mejor dicho, con muy buenas intenciones: Aurore Tabort (cuyo apellido de soltera es Plou), aunque divorciada, sigue sin encontrar su verdadera identidad ni hueco en la sociedad. No tiene suerte laboral, la menopausia ocupa un primer plano en su vida, su faceta amorosa es inexistente y, para colmo, una de sus dos hijas la va a convertir en abuela, cosa que tampoco le agrada. Este personaje lo lleva a cabo una gratificante y notable Agnès Jaoui, brillante directora y guionista que aquí se limita a la actuación, bueno, y en una breve escena a cantar, porque Jaoui es muy completa y también canta, pero todo ello hecho sin alardes de pretender lucirse, sin llamar excesivamente la atención, siempre con una naturalidad que se agradece y por ello, dicho sea de paso, se convierte en lo mejor del film.

Lo que sigue en su guión son ciertos devaneos y repeticiones, si exceptuamos algunos “gags” que funcionan o una escena en particular muy curiosa de ver, como la del restaurante donde las camareras cantan el célebre “Lakmé”, de Léo Delibes y donde sus actores sin texto pero apoyándose en las miradas, lo dicen todo. Pero en al final, en gran parte, la cagan sus guionistas Gaget, Michel y la propia directora, Lenoir, optando por el final más fácil, traicionando, bajo mi punto de vista, las intenciones de las que partían y convirtiendo a Aurore en una mujer dependiente y que por encontrar pareja sería de lo más conveniente. Creo que su actitud en una niñata caprichosa o perdida podría ser válida, pero le viene muy pequeña esta resolución a este personaje. Los personajes secundarios, sobre todo los masculinos, están desaprovechados y el film, en definitiva no termina de cuajar.

Pero lo importante es que, aún sin ser la notable película que podía haber sido, se queda como un entretenimiento al menos interesante por ciertos factores, como por la comentada labor de su protagonista, la utilización de su música o ese tono, aunque convencional, de no edulcorarlo en ningún momento más de la cuenta.

Ya que muchos críticos utilizan la palabra “refrescante” para justificar que se han entretenido con un zurullo entre los estrenos con que se nos acosan en verano, al menos para mí, y antes que cualquier subproducto “comercialoide”, se lo aplicaría antes a esta película que a otras que parecen que son defendidas por imperativo legal de sus empresas o porque les han comprado el comentario. Si muchas de las mierdas que estrenan en verano se estrenaran en invierno, ¿dejarían de ser “refrescantes”? ¿Se las defendería de igual manera? Creo que les costaría más trabajo engañarnos, y al menos “50 primaveras”, aunque se estrenara en otra estación, seguiría conservando su posible integridad.
Maggie Smee
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