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España España · Shangri-la. Andalucía
Voto de Maggie Smee:
6
Drama En medio de un árido paisaje, ante la fatiga y las alucinaciones por el calor y la solitaria estancia desde hace más de una luna, Jesús tiene un encuentro con el Diablo, quien está más que ansioso de tentar al exhausto viajero. (FILMAFFINITY)
1 de abril de 2017
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Según narra San Mateo (Mt 4, 1-11) Jesús estuvo en el desierto cuarenta días y cuarenta noches con el fin de ayunar además de meditar, donde fue tentado por el diablo. Esta es la premisa del film de Rodrigo García “Últimos días en el desierto” que nos llega con algo de retraso, pocas copias y en plena cuaresma. Su finalidad ha sido hacer algo de taquilla, pero no nos engañemos, no es una película para el gran público. Es más, será uno de eso títulos que incluso con el paso del tiempo no va a contar con muchos adeptos, incluyendo a los que se consideren creyentes practicantes. Su visionado no resulta fácil y para colmo no está del todo conseguida, pero en ella hay ciertos aspectos interesantes.

Hay que reconocer que Rodrigo García al menos se la ha jugado, aunque no le haya salido bien del todo. Le ha echado valor, aunque en su contra hay que decir que también le ha echado pretensiones, pero en su esfuerzo se aprecia “seriedad” y una sobriedad por la que pocos hubieran apostado, que era la línea más acertada a seguir. No le veo ningún paralelismo, como algunos han señalado, con Scorsese y su “Última tentación de Cristo” afortunadamente. Más bien ha sido, al menos yo lo veo así, un intento de acercarse a la austeridad de Pasolini o a Dreyer. Nada que ver con los títulos épicos de De Mille, de la época dorada de Hollywood o de George Stevens con su “La historia más grande jamás contada”, que era un proyecto acariciado por el mencionado Dreyer y que acabó convirtiéndose en una de las últimas superproducciones religiosas, sorpresivamente todo un fiasco en taquilla, a pesar de contar con uno de los repartos más relumbrantes que se recuerden.

Pero el objetivo de emular a los directores mencionados le ha venido grande, que es donde García ha errado. No ha tenido la capacidad aunque sí, en algunos momentos, honestidad, y eso, para los tiempos que corren, es más de lo que en principio pudiera parecer aunque no haya redondeado su objetivo.

García ha sacado partido de su equipo. El reparto, que no llega a la media docena de personajes, sin aspavientos de ningún tipo, cumple, sobre todo Ewan MacGregor en su doble cometido, aunque mejor como diablo que como Jesucristo. Y no es que esté mal como Jesús en absoluto, pero creo, y esto es muy subjetivo, que cuenta con una sonrisa demasiado contemporánea, piel pálida y una mirada pícara más que benevolente, además de resultar terrenal, incluso con tatuajes (¿?). Todo esto hubiera estado bien, este alejarse del posible “cliché” al que estamos acostumbrados si la película hubiera funcionado, pero al no ser así desde luego no juega a favor.

Curioso que el desierto en que han rodado, Emmanuel Lubezki, uno de los mejores fotógrafos del cine, haya sido capaz de darle un aire a tierras lejanas, de una nada adivinable California. Pero no la ha fotografiado como si se tratara de un film de Malick. Ha sido capaz de darle otro registro, como cuando trabaja con otros autores, que es capaz de adaptarse a otras necesidades, imprimiéndole un clima agreste pero sin preciosismo. Y la banda sonora que firman Danny Bensi y Saunder Jurriaans también es destacable, desarrollando un trabajo que nada tiene que ver con la maravillosa labor de Peter Gabriel para el mencionado film de Scorsese.

Una película que posiblemente no pasará a la historia del cine, pero que como decíamos, tiene ciertos valores. Sobre todo para estudiosos del tema que bien les vendrá para ilustrar cualquier posible debate, sobre todo en tertulias para seminaristas.
Maggie Smee
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