Fascinante desenlace de la trilogía sobre los valores humanos (la igualdad, libertad y fraternidad) relacionados con los colores de la bandera francesa, una película intensa, muy sobria y sencilla pero no por ello menos emocionante y humana, el reencuentro de dos seres humanos solitarios que encuentran, por el azar, algo semejante al amor.
Irène Jacob hace un trabajo de una gran delicadeza como la joven modelo que se queda interesada, y de ahí a fascinada, por el huraño juez jubilado al que da vida Jean-Louis Trintignant. Sin apenas sentimentalismo y con un dominio del lenguaje cinematográfico exquisito, Kieslowski se basa en los silencios, en los diálogos y en los encuentros y desencuentros para narrar una historia que parece evocar el cuento de "La bella y la bestia", transladado a la ciudad de Ginebra de finales de siglo.
Una gran película.