HBO lo ha vuelto a hacer. Ya he visto las cuatro temporadas (sí, en la cuarta acaba), y he de decir que esta es otra de las grandes series para la historia que nos deja la cadena estadounidense. Una radiografía exacta de la clase rica a través de una sátira que se mueve a la perfección entre la comedia y el drama, dejando entrever pasiones tóxicas tan humanas como la codicia y el narcisismo, y cómo para satisfacer las necesidades del ego somos capaces de vender nuestra dignidad al mejor postor. Y por supuesto, el tema de la familia que no falte, ni cómo las rivalidades entre unos y otros pueden más (o no) que los lazos de sangre.
Es difícil ver una serie en la que todos, todos sus actores del reparto, están soberbios y han aspirado a grandes premios, cuando no los han conseguido. La cámara tiene gran parte de culpa en ello, pues el estilo visual de la serie roza el documental, moviéndose entre los personajes para, con un gran montaje, dejarnos miradas y sonrisas que descuben la sutileza de un mundo frívolo, superficial, pero con alma, aunque esta esté corrompida.
No sé si la habrá visto algún rico de los del nivel que aquí se representan, pero si es así, supongo que se habrá sentido muy muy identificado.
HBO lo ha vuelto a hacer. Nos ha vuelto a dejar una serie para la historia.