Pulp Fiction, a pesar de los detractores, que los tiene, como casi cualquier obra, es una película que seguramente estará dentro de la lista de cien mejores películas de la gran mayoría de críticos y cinéfilos del mundo. Esto da una idea de lo buena película que es. Pero qué lo explica.

Su guión se enseña en cualquier escuela de cine o de guionistas, por su original estructura y por la fluidez y el magnetismo de sus diálogos; la banda sonora es un lujo de coleccionista; el reparto es de 10, con un Samuel L. Jackson colosal y un Bruce Willis en uno de sus papeles más recordados (por nombrar sólo dos ejemplos); y de 10 son también el montaje, la fotografía y la estética de la obra. Todo ello convierte a Pulp Fiction en una excelente película. Pero lo que diferencia a una excelente película de una película especial son los pequeños detalles. Y Pulp Fiction tiene muchos:

- El beso entre Pumpkin y Honey Bunny y los posteriores gritos de ésta cuando se disponen a asaltar la cafetería.

- El color naranja de los títulos de crédito.

- El pasaje bíblico de Jules.

- El encuentro de Vicent Vega y Butch en el bar de Marsellus Wallace.

- El baile entre Vincent y Mia Wallace.

- La aguja clavada en el corazón de Mia Wallace.

- El beso lanzado al aire de Vincent al despedirse de Mia.

- La historia del reloj de Butch.

- Las frases. Un ejemplo: "No empecemos a chuparnos las pollas todavía", del carismático Señor Lobo.

- Los trajes de los asesinos de Marcellus.

- Por supuesto, ese misterioso maletín.

- ...

Pequeños grandes momentos que se quedan grabados en la retina del espectador y que hacen de Pulp Fiction no sólo una excelente película sino todo un ícono de la cultura pulp, es decir, esa cultura que se hace con ninguna otra pretensión que la de entretenernos, fascinarnos y crear arte.