Respecto a la historia real detrás de la película, el “Experimento MILGRAM”, lo llevó a cabo la Universidad de Standford, efectivamente con 20 estudiantes, ocho de los cuales hacían de carceleros y los 12 restantes de reos. Cuando los presidiarios ficticios incumplían las normas, se les amenazaba con castigarlos con descargas eléctricas. En realidad, ni se dieron descargas eléctricas y los gritos desgarradores que se escuchaban como consecuencia supuestamente de las descargas, eran grabaciones, pero todo aquello alteró las conductas de los participantes. El objetivo era demostrar como las personas “buenas” podían cambiar su comportamiento en función del entorno.

Centrándome en la película, opino que la idea es muy buena y el proceso de descontrol y el avance hacia el sadismo, tortura y violencia, está bien conducido por el director Oliver Hirschbiegel. Es cierto que los macguffins de la película, que no tienen que ver estrictamente con el experimento real de 1971, como la relación sentimental o la grabación con las gafas para denunciar el experimento frente a los medios, no me parece bien encajados en el conjunto del largometraje.

A mi gusto, además, las actuaciones son correctas pero sin destacar demasiado (incluida la del protagonista MORITZ BLEIBTREU).

Por tanto, creo que hubiera salido mejor siendo fiel al relato verdadero pero aún así, me ha parecido muy interesante y bien dirigida.