Un misterioso anfitrión reúne a cuatro matemáticos con la finalidad de resolver el mayor enigma jamás planteado. Sin embargo, muy pronto descubren que la habitación en la que se encuentran va menguando conforme va pasando el tiempo y la única forma de enlentecer el proceso es mediante la resolución de los acertijos que son enviados a una PDA.

Da gusto ver películas que te hacen pensar (aunque sea durante una hora y media) y que no utilizan ni una sola gota de sangre para mantener la tensión a lo largo de la cinta. La interpretación del cuarteto de actores protagonista es magnífica y las relaciones que vamos descubriendo entre ellos son sorprendentes. La sensación de agobio que provoca la constante estrechez de la habitación en la que se encuentran los protagonistas es interesante, así como los detalles que muestran los directores con respecto a la escasa inteligencia pragmática que puede disponer un científico acostumbrado a resolver sobre el papel. Eso sí, algún que otro acertijo puede resultar difícil de seguir a la hora de su resolución, aunque esto no deja de ser un simple detalle (los directores se encargan de redirigir con bastante soltura el guión hacia la historia principal de forma que el espectador no caiga en el aburrimiento).