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Voto de Sildarien:
3
7,0
10.007
Drama
El veinteañero Julián es un exitoso diseñador de videojuegos que vive atormentado por un oscuro secreto. Cuando Diana aparece en su vida, Julián sentirá cercana la oportunidad de ser feliz.
9 de julio de 2023
17 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los protagonistas de esta historia son Julián y Diana, dos veinteañeros a priori extraños y desubicados.
Él, introvertido y posiblemente atormentado, es un desarrollador de videojuegos al que conocemos modelando una de sus monstruosas criaturas, utilizando tecnología de diseño 3D en entorno virtual.
Ella, afirma estudiar Historia del Arte, pero convive con su padre, dependiente tras sufrir un ictus, y atenderle es su principal ocupación. Se muestra muy interesada por Julián , lo que nos indica que muy normal tampoco es.
A medida que vamos conociendo mejor a Julián nos damos cuenta de que el chaval no está bien: extrañas idas y venidas, ataques de pánico, ansiedad, pastillas... Parece encajar mejor en su realidad virtual que en el mundo real.
A pesar de las (a posteriori) evidentes pistas (el título de la película, la fascinación que despierta en el protagonista la contemplación del cuadro "Saturno devorando a sus hijos", que Julián se gane la vida, precisamente , diseñando monstruos...), me pasé un buen rato de la película tratando de descifrar cual era el tema principal. En el momento en el que soy consciente de la verdadera naturaleza del personaje mi mirada sobre la cinta cambia.
Le estaba dando una oportunidad a la historia, a pesar de la lenta narrativa y los insulsos dialogos, pero cuando se tratan este tipo de temas debe ser para aportar algo importante, a modo de discusión, educación, prevencion o denuncia. Y Manticora no lo consigue. Existía otra posibilidad interesante, explorar los límites morales del uso de determinadas tecnologías, pero la historia tampoco decide ir por aquí.
Él, introvertido y posiblemente atormentado, es un desarrollador de videojuegos al que conocemos modelando una de sus monstruosas criaturas, utilizando tecnología de diseño 3D en entorno virtual.
Ella, afirma estudiar Historia del Arte, pero convive con su padre, dependiente tras sufrir un ictus, y atenderle es su principal ocupación. Se muestra muy interesada por Julián , lo que nos indica que muy normal tampoco es.
A medida que vamos conociendo mejor a Julián nos damos cuenta de que el chaval no está bien: extrañas idas y venidas, ataques de pánico, ansiedad, pastillas... Parece encajar mejor en su realidad virtual que en el mundo real.
A pesar de las (a posteriori) evidentes pistas (el título de la película, la fascinación que despierta en el protagonista la contemplación del cuadro "Saturno devorando a sus hijos", que Julián se gane la vida, precisamente , diseñando monstruos...), me pasé un buen rato de la película tratando de descifrar cual era el tema principal. En el momento en el que soy consciente de la verdadera naturaleza del personaje mi mirada sobre la cinta cambia.
Le estaba dando una oportunidad a la historia, a pesar de la lenta narrativa y los insulsos dialogos, pero cuando se tratan este tipo de temas debe ser para aportar algo importante, a modo de discusión, educación, prevencion o denuncia. Y Manticora no lo consigue. Existía otra posibilidad interesante, explorar los límites morales del uso de determinadas tecnologías, pero la historia tampoco decide ir por aquí.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Entonces, ¿qué me querían contar?: ¿Qué todos merecemos ser amados? ¿Qué hay distintos grados de maldad? ¿Qué todos somos dignos de compasión? Si era así, en mi opinión la película fracasa. No conecto con la historia ni con los personajes.
Hace tiempo, leí una novela, no consigo recordar el título: La protagonista de la historia conoce a su vecino, un señor que casi no sale de su casa y no se relaciona con nadie. Cuando el vecino es capaz de sincerarse con ella le confiesa que es pedófilo (no pederasta, nunca ha abusado) y que vive atormentado por sus propios instintos que considera absolutamente despreciables y antinaturales. Ha elegido vivir apartado de todo y de todos para mantener sus impulsos bajo control. El diálogo entre estas dos personas, que estaba escrito desde la sensibilidad y la tolerancia, y y estaba cargado de matices consiguió conmoverme y despertar mi empatía y mi compasión.
Pero no, lo de Julián no es lo mismo. Julián dibuja a Cristian en un restaurante a escondidas, Julián fabrica un avatar del niño para satisfacer sus instintos, Julián engaña a Cristian para colarse en su casa, se gana su confianza con mentiras, le prepara un somnífero, se lo administra y lo lleva a su dormitorio. Que no llegue a cometer el enésimo abuso de la tarde por encontrarse un dibujito en la pared y que, finalmente, decida saltar por el balcón no me conmueve lo más mínimo.
Pobrecito Julián pues mira no, pobre Cristian en cualquier supuesto. Julián demasiada suerte ha tenido que, además de tirarse de un quinto y vivir para contarlo, ha encontrado Diana, otra mantícora, aunque de distinta especie.
¿Se supone que la (tóxica) historia de amor de este par tenía que causarme algún tipo de emoción?
Hace tiempo, leí una novela, no consigo recordar el título: La protagonista de la historia conoce a su vecino, un señor que casi no sale de su casa y no se relaciona con nadie. Cuando el vecino es capaz de sincerarse con ella le confiesa que es pedófilo (no pederasta, nunca ha abusado) y que vive atormentado por sus propios instintos que considera absolutamente despreciables y antinaturales. Ha elegido vivir apartado de todo y de todos para mantener sus impulsos bajo control. El diálogo entre estas dos personas, que estaba escrito desde la sensibilidad y la tolerancia, y y estaba cargado de matices consiguió conmoverme y despertar mi empatía y mi compasión.
Pero no, lo de Julián no es lo mismo. Julián dibuja a Cristian en un restaurante a escondidas, Julián fabrica un avatar del niño para satisfacer sus instintos, Julián engaña a Cristian para colarse en su casa, se gana su confianza con mentiras, le prepara un somnífero, se lo administra y lo lleva a su dormitorio. Que no llegue a cometer el enésimo abuso de la tarde por encontrarse un dibujito en la pared y que, finalmente, decida saltar por el balcón no me conmueve lo más mínimo.
Pobrecito Julián pues mira no, pobre Cristian en cualquier supuesto. Julián demasiada suerte ha tenido que, además de tirarse de un quinto y vivir para contarlo, ha encontrado Diana, otra mantícora, aunque de distinta especie.
¿Se supone que la (tóxica) historia de amor de este par tenía que causarme algún tipo de emoción?