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Voto de hiruma:
10
7,7
77.434
Drama
Antonio Salieri es el músico más destacado de la corte del Emperador José II de Austria. Entregado completamente a la música, le promete a Dios humildad y castidad si, a cambio, conserva sus extraordinarias dotes musicales. Pero, después de la llegada a la corte de un joven llamado Wolfang Amadeus Mozart, Salieri queda relegado a un segundo plano. Enfurecido por la pérdida de protagonismo, hará todo lo posible para arruinar la carrera ... [+]
11 de junio de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No existen palabras. Pocas veces el cine regala a sus amantes una obra así.
El contexto, la fidelidad histórica, las mentiras sobre la biografía de Mozart y Salieri es lo de menos.
Es una ficción dentro de un momento histórico. Todo lo demás, sobra.
Hablo en el spoiler porque se me van a escapar detalles del film.
El contexto, la fidelidad histórica, las mentiras sobre la biografía de Mozart y Salieri es lo de menos.
Es una ficción dentro de un momento histórico. Todo lo demás, sobra.
Hablo en el spoiler porque se me van a escapar detalles del film.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Es la historia de dos perdedores en la que ambos anhelan aquello que les falta.
-Mozart anhela el cariño de un padre (esa escena de Don Giovanni es espectacular). Ese padre que de niño lo explotó, lo manipuló como quiso y que murió sin llevarse bien con su hijo. Mozart sólo quería un abrazo de su padre, una aprobación, un "me siento orgulloso de ti, hijo". Como jamás obtuvo eso, muestra esa actitud ridículamente infantil.
-Salieri anhela el éxito, el reconocimiento, el ver a todo un teatro ponerse en pie y aplaudirle durante horas... anhela la inmortalidad. Puede que por haber sido criado como un peón más, sin voz ni voto. Cuando pide a Dios que le quite a su padre de en medio y "Dios le oye", se siente como Aladino cuando encontró la lámpara maravillosa: se siente elegido y luego defraudado.
Esto se da mucho en el mundo del arte: los artistas innatos incapaces de reconocer su talento natural y los que trabajan día y noche para ser grandes y no consiguen nada (o sólo las migajas).
Los segundos acaban sintiendo la rabia, la frustración, la envidia y el odio hacia los primeros ("con lo que yo me esfuerzo, ¿por qué no me aplauden a mí y a este, que hace una obra en 15 minutos, le adoran?").
De hecho, la mayoría de estos artistas, trabajadores incansables y no reconocidos por la historia (que dejan de lado la familia, su futuro, una pareja... por algo que no llega jamás) acaban exhaustos, tirando la toalla y malhumorados de haber nacido en un mundo imbécil que sólo aplaude a los gilipollas con talento ("mediocres del mundo, yo os perdono").
Este es Salieri.
Aquel que nadie recuerda.
Aquel que era músico del rey y que ahora está en un hospital de mala muerte donde nadie sabe quién fue.
La culpa no es de Mozart sino de los que se creen elegidos, de los que creen haber visto a Dios cuando sólo era un espejismo, y construyen su vida entera en torno a ello. La culpa es de los artistas que no saben rendirse a tiempo y siguen intentándolo sin éxito año tras año.
Esto no va de Mozart y Salieri.
Esto va de la psicología de los artistas y de dignificar la figura de aquellos que lucharon durante décadas hasta dejarse la piel y no lo consiguieron. De los que entrenaron muchísimo y jamás ganaron un combate. De los que están en el suelo y no saben por qué están ahí: si ya por justicia divina o por karma merecerían un pequeño logro.
De esos hay millones en cada generación.
Por cada Mozart, hay cientos de millones de Salieri que lo han dejado todo y no han conseguido nada.
Para ellos va esta película.
Si, encima, nos regalan frases hermosas, música excelente, ambientación preciosista y una fábula con ligeros toques históricos... tenemos una obra maestra. De eso va el film.
-Mozart anhela el cariño de un padre (esa escena de Don Giovanni es espectacular). Ese padre que de niño lo explotó, lo manipuló como quiso y que murió sin llevarse bien con su hijo. Mozart sólo quería un abrazo de su padre, una aprobación, un "me siento orgulloso de ti, hijo". Como jamás obtuvo eso, muestra esa actitud ridículamente infantil.
-Salieri anhela el éxito, el reconocimiento, el ver a todo un teatro ponerse en pie y aplaudirle durante horas... anhela la inmortalidad. Puede que por haber sido criado como un peón más, sin voz ni voto. Cuando pide a Dios que le quite a su padre de en medio y "Dios le oye", se siente como Aladino cuando encontró la lámpara maravillosa: se siente elegido y luego defraudado.
Esto se da mucho en el mundo del arte: los artistas innatos incapaces de reconocer su talento natural y los que trabajan día y noche para ser grandes y no consiguen nada (o sólo las migajas).
Los segundos acaban sintiendo la rabia, la frustración, la envidia y el odio hacia los primeros ("con lo que yo me esfuerzo, ¿por qué no me aplauden a mí y a este, que hace una obra en 15 minutos, le adoran?").
De hecho, la mayoría de estos artistas, trabajadores incansables y no reconocidos por la historia (que dejan de lado la familia, su futuro, una pareja... por algo que no llega jamás) acaban exhaustos, tirando la toalla y malhumorados de haber nacido en un mundo imbécil que sólo aplaude a los gilipollas con talento ("mediocres del mundo, yo os perdono").
Este es Salieri.
Aquel que nadie recuerda.
Aquel que era músico del rey y que ahora está en un hospital de mala muerte donde nadie sabe quién fue.
La culpa no es de Mozart sino de los que se creen elegidos, de los que creen haber visto a Dios cuando sólo era un espejismo, y construyen su vida entera en torno a ello. La culpa es de los artistas que no saben rendirse a tiempo y siguen intentándolo sin éxito año tras año.
Esto no va de Mozart y Salieri.
Esto va de la psicología de los artistas y de dignificar la figura de aquellos que lucharon durante décadas hasta dejarse la piel y no lo consiguieron. De los que entrenaron muchísimo y jamás ganaron un combate. De los que están en el suelo y no saben por qué están ahí: si ya por justicia divina o por karma merecerían un pequeño logro.
De esos hay millones en cada generación.
Por cada Mozart, hay cientos de millones de Salieri que lo han dejado todo y no han conseguido nada.
Para ellos va esta película.
Si, encima, nos regalan frases hermosas, música excelente, ambientación preciosista y una fábula con ligeros toques históricos... tenemos una obra maestra. De eso va el film.