Opera prima del octogenario director que hace unos años fue galardonado con la Palma de Oro en Cannes por "Yo, Daniel Blake".(2016) y por "El viento que acaricia el prado" (2006) con un número importante de películas donde nos abre al mundo de seres con carencias materiales, que tal vez no tuvieron la oportunidad de arrancar en la vida desde un lugar de más ventaja y luchan día a día.
En éste caso vemos una joven dando a luz a un bebé, un hermoso pelirrojo de cachetes rojos que lo lleva a todos lados siempre junto a su cuerpo. Los dos son uno. La mamá no expresa en forma explicita su amor por el niño con besos o palabras, es puro lenguaje corporal y créanme que es hermoso de ver. La joven que nos ocupa se llama "Joy" pero no la de la película americana de Jennifer Lawrence que es un ama de casa que se trasforma en una empresaria americana. Esta es Joy a secas y su existencia, bella, joven, casada con un tipo que es algo violento y descalificador creo más por bruto o carente de tacto que por malo, o tal vez yo esté algo anestesiada por la violencia que se desata en las relaciones interhumanas en el siglo XXl. El tema es que Tom va preso cuando lo atrapan in fraganti y Joy comienza su recorrido por la vida con dificultades pero sin olvidar nunca que es una madre y que algún día se reencontrará y será feliz con Dave, un compinche de tareas delictivas de su marido preso interpretado por un muy joven Terence Stamp, que también roba y delinque, tiene su prontuario, pero que realmente es difícil creerlo viéndolo en cuerpo presente cuando un juez dicta su sentencia. El amor verdadero es con Dave que a causa de sus errados caminos termina condenado a 12 años preso donde Joy debe dividir su vida entre madre, mujer enamorada de un hombre que no verá por varios años y va a esperar que salga libre, y cabeza de familia trabajando como camarera, aceptando dinero y en reiteradas ocasiones por sexo a cambio.