El debut de John McTiernan como director de películas de acción fue sencillamente espectacular. Depredador no es una película de acción al uso, ni siquiera una película de alienígenas con una estructura vista antes, estamos ante una mezcla muy curiosa que combina acción con intriga de una manera muy original.

Estamos ante una de esas criaturas creada para dar más de una alegría en el séptimo arte, y particularmente a los amantes del género. Por desgracia, no tenemos tantas alegrías como un personaje así puede dar, pero en la memoria perdurará siempre esta cinta con tintes ya de clásico que presentó al mundo una de las criaturas más temibles jamás ideadas, con muchas fortalezas y casi ninguna debilidad.

La primera parte, más pura acción que otra cosa dura demasiado, y todo lo que sea quitarle minutos al verdadero protagonista, que es el depredador, es un error. Sin embargo, es mediante esos minutos como se crea esa tensión e intriga por esas pinceladas que de vez en cuando McTiernan nos ofrece, anunciando la llegada de algo mucho más peligroso que unos guerrilleros.

Schwarzenegger está bien, dentro de lo sobreactuado. Se sobrelleva con indiferencia su colección de gestos y no es tan dañino como en otras películas. El resto de secundarios entran dentro de todos los topicazos que pueden caber, aunque a la vez gozan de cierta personalidad que permite que no todos parezcan el mismo cordero que va al matadero. Muchos fuegos de artificio de la vieja escuela y unos cuantos helicópteros, la verdadera escuela de directores posteriores como Michael Bay.

La película no tiene sorpresa alguna, y desde luego debe alejar a todos aquellos no aficionados al cine comercial de los años 80. Sin embargo, la película es mucho más que una simple película comercial de la dorada década donde el cine adquirió su mayor peso como recurso de entretenimiento. Pasará a la posterioridad solo por la criatura, aunque de una manera diferente a la forma en que pasó Alien.