Probablemente la culpa sea mía, pero Rompe Ralph me prometía unas cosas que luego no encontré. Como jugador casi enfermizo de videojuegos que soy casi desde el primer día que nací, una película así me tenía más que emocionado. Cada vez que veía un trailer no podía creer lo que estaba viendo.

Mi fallo fue que creía que esta película iba a ir más de videojuegos. También creo que hay gran parte de culpa en la forma en la que vendieron la película, con tanto personaje reconocible del mundillo para un casi orgasmo visual. Un examen para los que estamos aporreando mandos toda la vida. Nada que se le parezca ni por el estilo. Únicamente los veinte primeros minutos ofrecen lo que yo creía que se vendía en los trailers. Fuera de ahí, estamos ante una buena película de animación, pero sin más.

Así que sí, tardé bastante en meterme en la película como tal, en disfrutar el mundo de piruleta donde transcurría la mayor parte de la historia. Cuando lo hice me encontré con una buena película, con una animación además muy peculiar. Todas las referencias a los videojuegos son magníficas, y están ahí como líneas de código para ser descubiertas en el entramado aparentemente más plano de lo normal. Todo eso es lo más valioso de la película, pero no llega a alcanzar el grado de emotividad de Pixar.

Pero es que tampoco eso es algo malo, que no todo va a sentir como el corazón se rompe a pedazos. Rompe Ralph se disfruta, y quizá no esté en el top 3 de las películas de animación pero alcanza el nivel de los últimos años. Quizá falla también en apuntar más hacia el arcade en una película infantil (en teoría) que no ha vivido esa época. En cualquier caso, una buena película, pero no lo que esperaba con tanta ilusión desde que empecé a saber de ella.