Cuesta separar ambas películas de Kill Bill, y Kill Bill 2 en ningún momento se ve como una secuela o algo similar. Ya cuesta hacer una crítica de una película que directamente viene de la anterior, pero lo cierto es que comparativamente sabe levemente perdiendo.

Y es que Kill Bill 2 empieza muy bien, con un ritmo endiablado irresistible gracias a ese relato en pasajes que tanto gusta a Tarantino. En la memoria de todos queda esa maravilla de relato del entrenamiento con Pai Mei, o esa mítica batalla entre Uma Thurman y Daryl Hannah. Lo malo es que todo se desinfla con esa última parte, la cual supone una bajada de tensión extrema como para alcanzar un clímax a la altura de lo anteriormente visto tanto en esta misma película como en la anterior.

Pero hay que reconocerle muchas cosas buenas a esta conclusión del relato. Por ejemplo, en Kill Bill ya vimos como lo oriental se daba la mano con lo occidental, pero en esta segunda parte se juntan de alguna manera las raíces de clásicas de ambos cines, el clásico western (occidental) con las películas de artes marciales (oriental), y todo sobre una capa de modernidad. Algo así como si tuviéramos un western de segundo milenio.

A pesar de que no soy muy partidario de su parte final, una gran película.