Mi película favorita de Na Hon-jin hasta la fecha. Es cierto que se basa en una fórmula que cada vez se ve menos fresca, que se apoya en algunos compases cómicos capitaneados por la ridiculización de la ineptitud de su personaje principal, pero cuando se abandonan esas capas manidas del cine coreano acaba quedando uno de los thrillers más bien llevados de los últimos tiempos.

Y no estoy hablando de un tema de dar una buena conclusión a la película, cosa bastante trascendental en un thriller, hablo de que Na Hong-jin es perfectamente conocedor y controlador de qué piensa el espectador en cada momento. Le da lo que espera, y a la misma vez se lo quita. Le señala con la punta del dedo el cielo y le dice que es azul, pero le sonríe malévolamente buscando confundirle. Somos un muñeco en sus manos y al final sólo queda disfrutar y prestar mucha atención no sólo para intentar resolver el misterio, sino para que, cuando se nos planten las conclusiones, algo sutiles de más, seamos los uficientemente inteligentes como para entender el todo de la película.

Es cierto que en ese aspecto juega en su contra la duración, también un cliché del thriller coreano. Esta misma película con unos 40 minutos menos hubiera perdido algo de encanto y profundidad, pero hubiera ganado en claridad. Estoy convencido de que hubiera gustado más con un desarrollo algo más transpartente y directo. En cualquier caso, es parte del trato que haces cuando empiezas a ver este tipo de películas. Son, al fin y al cabo, otros ritmos, otras costumbres.