Una película diferente en un género poblado de criaturas fantasmales azuladas, bichos de toda clase y personajes sin ningún tipo de carisma. Session 9 merece la pena sólo por lo diferente de su propuesta, a pesar de sus evidentes altibajos.

El terror psicológico es algo muy difícil de definir, y Session 9 consigue por momentos ser una auténtica obra de arte a pesar de su aire de telefilm que no se le va en toda la película. Session 9, más que asustar sugiere, y ahonda en lo psíquico sin darte cuenta, consiguiendo una atmósfera verdaderamente claustrofóbica incluso en las escenas de día. Las interpretaciones ayudan a ello, especialmente la de Peter Mullan que sobresale por encima del resto, y la música bien podría haber sido sacada de un videojuego de Silent Hill, limitándose a veces al más puro ruido que ayuda a incrementar la angustia y la tensión.

Session 9 es una película lenta, que requiere de muchos sentidos para ser gozada plenamente. De esta manera, nos encontramos ante una película más que decente a pesar de que todo se echa a perder al final. No es que sea un final malo, de hecho sorprende y gustará a unos cuantos, pero desentona con el resto de la película al parecer más un final de un thriller cualquiera que busca cualquier medio para impresionar que un final de una película que ofrecía algo diferente.

A pesar del insulso final en comparación con la película, Session 9 es una experiencia inusual que aterrará mucho más que otras películas de presupuestos gigantescamente mayores. Brad Anderson consigue hacer una película directamente desde la cabeza y no desde la billetera, y consigue que sea peculiar como ella sola.