Una sustancial mejora con respecto a la original. Puede que esta secuela no te haga tanta gracia -a mí me hizo bastante más, pero eso ya es cuestión enteramente subjetiva-, pero hay que reconocer que ataja los problemas que encontré en la primera parte.

Aunque Christina Applegate tiene un personaje interesante ya en la primera película, toda la trama amorosa que la rodeaba en la original fue precisamente lo que convirtió aquella canallada en algo mucho más dulce y sereno para un tipo de espectador que ya estaba cansado de ese tipo de comedias románticas mezcladas con el humor estúpido. Aquí su personaje ve su importancia reducida, y el verdadero protagonista es Will Ferrell junto a su equipo de reporteros carismáticos. Esta secuela es como un viaje que haces con los amigotes después de muchos años. Uno de esos viajes donde las esposas están prohibidas.

Y, en ese viaje, se nos brinda un maravilloso Steve Carrell, mucho más explotado y ridiculizado. Lo que vimos de él en la primera era tremendamente insuficiente, y aquí se nos brinda la estupidez en bandeja. Por si no fuera poco, la película está respaldada por una cantidad enorme de caras conocidas que se prestan a cameos graciosos que acaban con un final un tanto surrealista pero todavía válido.

McKay vuelve a demostrar que tiene arte para lo absurdo, y que debería explotar mucho más esa vena.