Blair Witch es una película pasable. El problema está en que acaba siendo buena por el recuerdo que tenemos de la original que por sí misma.

Y es que La Bruja de Blair fue una gran película. Probablemente si hubiera salido ahora formaría parte de la enorme pila de películas de cámara en mano que tenemos, pero en su momento fue una originalidad que contentó a espectadores y desde luego a su productora que, con el mínimo esfuerzo, se embolsó una gran cantidad de dinero. Es por esto que, cuando volví a ver la original hace cosa de tres años, esperaba que me defraudara. Vacunado ya de tanto falso documental y cámara en mano no esperaba que me fuera a gustar tanto. Al fin y al cabo la recordaba como una película muy simple donde realmente no pasaba nada. Curiosamente ése es a día de hoy, su encanto.

Ese encanto, ese "embrujo" que rodea a la película original es precisamente donde tropieza esta revisión. Blair Witch es un pseudo remake que imita todo lo acontecido, a pesar de compartir universo con la original -no estamos ante un reboot ni nada por el estilo-. Sin embargo, Blair Witch, la película de 2016, añade demasiada obviedad. Añade demasiadas cosas tangibles, aunque sea durante unos pocos segundos en cámara. En definitiva, se parece más a esas producciones de terror de los últimos tiempos de sustos fáciles que a esa película tremendamente atmosférica que fue la original.

Pero este viaje que ya hicimos una vez acaba siendo aceptable simplemente por el recuerdo. Esto es como cuando vas a un parque en primavera y te parece precioso, pero luego vuelves en invierno y todo está apagado. No es lo mismo, pero por lo menos te lo pasas bien aunque sólo sea recordando lo anterior.