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Voto de davilochi:
10
7,1
809
Drama
Indagación acerca de los males que generaron el nazismo, a través de unos chavales en un internado. (FILMAFFINITY)
10 de marzo de 2012
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Volker Schlöndorff siempre estuvo muy preocupado por el análisis de los orígenes del nacionalsocialismo, de hecho es una de las temáticas que atraviesa su filmografía -fiel reflejo de ello es su mítica "El tambor de hojalata"-. De algún modo, este director alemán es un hijo de la posguerra. Sin lugar a dudas, tomó conciencia del mundo que le rodeaba y de sí mismo en medio de la Alemania física y moralmente devastada de finales de los 40 y principios de los 50. Sin embargo, a pesar de la supuesta cesura abierta por los años del III Reich y los traumas de la guerra, el propio Schlöndorff y su obra son el testimonio de que la vida siguió, y con ella los empeños del ser humano por aprehender la realidad. Así pues, la recuperación de la novela de Robert Musil por parte de un joven director alemán para llevar a cabo una película a mediados de los años 60 no es para nada casual en medio de una Europa occidental que miraba confiada hacia delante, conscientemente despreocupada respecto a un pasado que, no obstante, estaba ahí: en las familias, en la cultura, en las instituciones, en el ambiente, si se quiere. De hecho, dos años después de la presentación del film de Schlöndorff, en medio del punto de inflexión clave que fueron los acontecimientos de 1968, toda Alemania redescubría el pasado político de su canciller, Kurt Georg Kiesinger, afiliado al NSDAP en 1940.
Como suele ocurrir en lo que al mundo de la política y la sociedad se refiere, cine y literatura caminaron por delante preparando el entorno para el debate y la toma de conciencia en torno a cuestiones de interés público, como en este caso el traumático pasado nacional. En este sentido, lo que Schlöndorff se planteaba iba un paso más allá respecto a las autocompasivas reflexiones de historiadores e intelectuales como Meinecke, ya que su objetivo era ver qué papel habían tenido los propios alemanes en la aparición de un fenómeno como el nacionalsocialismo, es decir, hasta qué punto ellos habían creado y aceptado de forma entusiasta ese monstruo de la razón.
Ni qué decir tiene que el proyecto de Schlöndorff era ambicioso en extremo, pues no sólo analizaba el clima socio-cultural en que se gesta el nacionalsocialismo, sino que además ambienta su película en la Austria de finales del siglo XIX y principios del XX, tal y como exige la adaptación de la novela de Musil. Esto debía haber sido una bomba de relojería en este pequeño país, cuyos dirigentes habían tratado de vender desde 1945 la imagen de éste como un territorio invadido por la Wehrmacht contra la voluntad de su población (nada más lejos de la realidad si vamos a las imágenes de Hitler entrando en el país en marzo de 1938).
Como suele ocurrir en lo que al mundo de la política y la sociedad se refiere, cine y literatura caminaron por delante preparando el entorno para el debate y la toma de conciencia en torno a cuestiones de interés público, como en este caso el traumático pasado nacional. En este sentido, lo que Schlöndorff se planteaba iba un paso más allá respecto a las autocompasivas reflexiones de historiadores e intelectuales como Meinecke, ya que su objetivo era ver qué papel habían tenido los propios alemanes en la aparición de un fenómeno como el nacionalsocialismo, es decir, hasta qué punto ellos habían creado y aceptado de forma entusiasta ese monstruo de la razón.
Ni qué decir tiene que el proyecto de Schlöndorff era ambicioso en extremo, pues no sólo analizaba el clima socio-cultural en que se gesta el nacionalsocialismo, sino que además ambienta su película en la Austria de finales del siglo XIX y principios del XX, tal y como exige la adaptación de la novela de Musil. Esto debía haber sido una bomba de relojería en este pequeño país, cuyos dirigentes habían tratado de vender desde 1945 la imagen de éste como un territorio invadido por la Wehrmacht contra la voluntad de su población (nada más lejos de la realidad si vamos a las imágenes de Hitler entrando en el país en marzo de 1938).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Hay que entender la obra de Schlöndorff dentro de las necesidades de toda una generación por dar respuestas a las preguntas más allá de los puntos suspensivos de los padres y abuelos, muchos de ellos envueltos en un velo nostálgico por aquel pasado de disciplina, banderas y desfiles militares. De pronto, fue el director alemán quien vino a poner a toda una sociedad ante la evidencia del olvido de sus propias miserias, ante su manifiesta pero velada hipocresía; al fin y al cabo, el abordaje del pasado por parte del ser humano siempre viene marcado por las contradicciones, difícilmente podría ser de otro modo en cuestiones donde está en juego el ego individual y social. Al fin y al cabo, Schlöndorff estaba advirtiendo a la sociedad respecto a las continuidades del pasado o, si se quiere, una llamada a mirarse sin tapujos frente al espejo.
"Las tribulaciones del estudiante Törless" es una novela aparecida en el año 1906, donde Robert Musil ponía al desnudo la rigidez que regía a la sociedad austriaca de la época, de la cual tenemos una metáfora genial en las dudas del protagonista en torno a la utilidad y sentido de los números imaginarios en las matemáticas. ¿Cómo podía ser que todo lo que regía el orden del universo ni tan siquiera tuviera una existencia real? El joven Törless se encuentra ante la incomprensión de sus profesores y compañeros al plantear sus dudas, hasta el punto de que la incomodidad de su situación respecto a los demás será resuelta mediante su expulsión simbólica del cuerpo social (en este caso representado por la escuela militar) y el aplazamiento del problema. Es evidente que Musil no podía prever todo lo que iba a ocurrir en Europa en las siguientes décadas, pero sí entendía -y esto es muy importante- que había un clima cultural en el que las instituciones y autoridades sancionaban y aplaudían las injusticias y los abusos sociales que, por supuesto, se entendían como parte fundamental del orden. Por tanto, el bien y el mal convivían dentro de la misma sociedad, es decir, no eran dimensiones separadas.
De algún modo, Musil estaba preocupado por el futuro del Imperio Austro-Húngaro y su manifiesta incapacidad para contener las contradicciones culturales, sociales y políticas cada vez mayores que surgían en su seno y amenazaban con ponerle fin, como de hecho ocurriría durante la Primera Guerra Mundial, que no haría sino acelerar procesos que ya estaban en marcha. El dosel sagrado de fe ciega en la razón y el progreso ya estaba empezando a desgarrarse tiempo antes de que Musil escribiera su obra o empezaran a sonar los cañones de agosto, desde entonces todo se hizo más volatil, soluble y desconcertante, dejando al hombre sólo frente a lo desconocido, confuso y desesperado, en busca de una nueva fe que elevar a los altares. Algo así pudo llevar a gente como Törless a aceptar el fascismo como respuesta definitiva o a rechazarlo como el cénit de la degradación experimentada por Europa con el activo concurso de los hombres.
"Las tribulaciones del estudiante Törless" es una novela aparecida en el año 1906, donde Robert Musil ponía al desnudo la rigidez que regía a la sociedad austriaca de la época, de la cual tenemos una metáfora genial en las dudas del protagonista en torno a la utilidad y sentido de los números imaginarios en las matemáticas. ¿Cómo podía ser que todo lo que regía el orden del universo ni tan siquiera tuviera una existencia real? El joven Törless se encuentra ante la incomprensión de sus profesores y compañeros al plantear sus dudas, hasta el punto de que la incomodidad de su situación respecto a los demás será resuelta mediante su expulsión simbólica del cuerpo social (en este caso representado por la escuela militar) y el aplazamiento del problema. Es evidente que Musil no podía prever todo lo que iba a ocurrir en Europa en las siguientes décadas, pero sí entendía -y esto es muy importante- que había un clima cultural en el que las instituciones y autoridades sancionaban y aplaudían las injusticias y los abusos sociales que, por supuesto, se entendían como parte fundamental del orden. Por tanto, el bien y el mal convivían dentro de la misma sociedad, es decir, no eran dimensiones separadas.
De algún modo, Musil estaba preocupado por el futuro del Imperio Austro-Húngaro y su manifiesta incapacidad para contener las contradicciones culturales, sociales y políticas cada vez mayores que surgían en su seno y amenazaban con ponerle fin, como de hecho ocurriría durante la Primera Guerra Mundial, que no haría sino acelerar procesos que ya estaban en marcha. El dosel sagrado de fe ciega en la razón y el progreso ya estaba empezando a desgarrarse tiempo antes de que Musil escribiera su obra o empezaran a sonar los cañones de agosto, desde entonces todo se hizo más volatil, soluble y desconcertante, dejando al hombre sólo frente a lo desconocido, confuso y desesperado, en busca de una nueva fe que elevar a los altares. Algo así pudo llevar a gente como Törless a aceptar el fascismo como respuesta definitiva o a rechazarlo como el cénit de la degradación experimentada por Europa con el activo concurso de los hombres.