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Voto de davilochi:
8
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Drama
Durante la dictadura franquista, un destacado miembro del Partido Comunista de España afincado en París, viaja a menudo de forma clandestina a España para organizar las actividades de la resistencia contra la dictadura. Sin embargo, la inutilidad del esfuerzo y su progresiva decepción respecto a la ideología del Partido lo desalientan y va cayendo en el escepticismo. (FILMAFFINITY)
24 de abril de 2011
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hermosa película de Alain Resnais que cuenta como actor principal con Yves Montand, uno de los más grandes del cine europeo del siglo XX y el galán por excelencia, actor fetiche del gran Costa-Gavras en films insuperables como "Z" o "La confesión" (curiosamente también con Semprún como guionista). La combinación no podía ser mejor. El tema: la tragedia del exilio español. Hoy por hoy olvidamos a menudo que aproximadamente un cuarto de millón de españoles permanecieron de forma prácticamente permanente fuera del país durante los casi cuarenta años que duró la dictadura de Franco lo cual, sin lugar a dudas, constituye un drama colectivo a todos los niveles, por no hablar del drama individual de cada uno de ellos.
Las reflexiones presentadas por Alain Resnais a lo largo del metraje estuvieron muy presentes entre la intelligentsia española condenada al exilio, nos encontramos con temas muy similares tanto en México como en Francia, pasando por Brasil y Argentina. Está claro que la necesidad de sobrevivir impuso a los exiliados una adaptación forzosa a entornos en buena medida extraños para ellos, dejando a un lado la tan cacareada filiación lingüística existente entre Latinoamérica y España. Todo lo que de provisional pudiera tener el exilio se convirtió en desesperación tras el 45, cuando se hizo evidente que no habría una solución exterior al problema español. La adaptación se produjo por pura necesidad – con mejores o peores resultados dependiendo de los casos – pero los exiliados cargarían a lo largo de todas sus vidas con esa sensación de tragedia colectiva e individual: la nostalgia por los proyectos frustrados, la sensación de desarraigo, el problema de España… todos ellos serían temas recurrentes en las reflexiones de los españoles condenados al ostracismo.
Diego Mora es uno más entre los muchos que durante buena parte del exilio vivieron sumidos de forma lacerante en un mundo de ayer al que sabían que era imposible volver, agotando sus fuerzas diariamente a causa de las penurias impuestas por las circunstancias. Precisamente lo más penoso era el ser consciente de la imposibilidad de volver, remontar el camino de vuelta a España una y otra vez y encontrarte cada vez con un país más irreconocible. Esa inigualable voz en off que nos acompaña del principio al final nos da cuenta de esa amargura: "Una vez más tienes ese rancio e inquieto sabor al cruzar la frontera [...] Una vez más cruzas la frontera con la estremecedora luz de la madrugada [...] De nuevo vas a cruzar". Una y otra vez ese lacónico lamento que surge de las mismas entrañas del ser condenado a no ser, a vivir entre dos mundos y no pertenecer a ninguno. ¿Puede haber una tragedia mayor para un hombre? Muchos personajes de cultura - y otros de los que nunca sabremos por no pertenecer a dicho mundo - como Max Aub, la inigualable Rosa Chacel experimentaron un desconcierto profundo al reencontrarse con España muchos años después de abandonarla.
Las reflexiones presentadas por Alain Resnais a lo largo del metraje estuvieron muy presentes entre la intelligentsia española condenada al exilio, nos encontramos con temas muy similares tanto en México como en Francia, pasando por Brasil y Argentina. Está claro que la necesidad de sobrevivir impuso a los exiliados una adaptación forzosa a entornos en buena medida extraños para ellos, dejando a un lado la tan cacareada filiación lingüística existente entre Latinoamérica y España. Todo lo que de provisional pudiera tener el exilio se convirtió en desesperación tras el 45, cuando se hizo evidente que no habría una solución exterior al problema español. La adaptación se produjo por pura necesidad – con mejores o peores resultados dependiendo de los casos – pero los exiliados cargarían a lo largo de todas sus vidas con esa sensación de tragedia colectiva e individual: la nostalgia por los proyectos frustrados, la sensación de desarraigo, el problema de España… todos ellos serían temas recurrentes en las reflexiones de los españoles condenados al ostracismo.
Diego Mora es uno más entre los muchos que durante buena parte del exilio vivieron sumidos de forma lacerante en un mundo de ayer al que sabían que era imposible volver, agotando sus fuerzas diariamente a causa de las penurias impuestas por las circunstancias. Precisamente lo más penoso era el ser consciente de la imposibilidad de volver, remontar el camino de vuelta a España una y otra vez y encontrarte cada vez con un país más irreconocible. Esa inigualable voz en off que nos acompaña del principio al final nos da cuenta de esa amargura: "Una vez más tienes ese rancio e inquieto sabor al cruzar la frontera [...] Una vez más cruzas la frontera con la estremecedora luz de la madrugada [...] De nuevo vas a cruzar". Una y otra vez ese lacónico lamento que surge de las mismas entrañas del ser condenado a no ser, a vivir entre dos mundos y no pertenecer a ninguno. ¿Puede haber una tragedia mayor para un hombre? Muchos personajes de cultura - y otros de los que nunca sabremos por no pertenecer a dicho mundo - como Max Aub, la inigualable Rosa Chacel experimentaron un desconcierto profundo al reencontrarse con España muchos años después de abandonarla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Por mucho que el exilio fuera rehabilitado por los opositores del interior éste nunca volvería a llevar la voz cantante en la lucha contra el franquismo: primero por la evidente rotura generacional que se produce entre los que se quedaron – la mayoría de ellos habiendo crecido ya en un ambiente nacional-católico – y los que se fueron y, segundo, por las limitaciones físicas que imponía una dictadura despiadada y metódica en la aplicación de la represión y todo un océano o los Pirineos de por medio. Era obvio que correspondiera a los que se habían quedado alumbrar el futuro. Sea como fuere hubo un largo periodo de tiempo durante el cual los exiliados pensaban que era imposible que en España pudiera crecer algo positivo de forma endógena, tal era su desaliento frente al brutal ataque lanzado por el franquismo hasta la raiz contra todos los valores que ellos defendían (buena muestra de ello son los camaradas de Diego). No obstante, a la altura de 1965, momento en que está ambientado el film, el Plan de Estabilización de Rodó de 1959 comenzaba a dar sus frutos aportando al régimen la tan ansiada estabilidad. El turismo afluía hacia ese país exótico en busca de aquellas peculiaridades cantadas por aquellos primeros viajeros ilustres como Gerald Brenan (ver "Al sur de Granada") o, simplemente, en busca de sol.
Se acercaba el 68, una gran sorpresa en muchos sentidos que Resnais nos presenta en una de sus pequeñas células embrionarias representada por ese grupo de jóvenes estudiantes revolucionarios frente a los que Diego Mora, el protagonista, se ve desbordado. Ellos muestran la impaciencia y pasión propia de la juventud, bien representada en aquel famoso lema que decía "Seamos realistas, pidamos lo imposible". Tenía que haber sacrificio, sí, pero el futuro no podía suponer un sacrificio del presente, ni mucho menos un anclaje en el pasado. El propio Diego Mora expresa la sorpresa que muchos experimentaron al conocer que en España existían jóvenes como Blas de Otero, Gabriel Celaya, José Agustín Goytisolo, Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Camilo José Cela, Ana María Matute, Jaime Gil de Viedma o Carmen Laforet, "la gente que ahora hace en España lo que es importante. Veinteañeros, inspirados no por nuestro pasado, sino por su futuro. España ya no es el sueño del 36, sino la realidad del 65...", afirma el protagonista del film. Sin embargo, a pesar de empezar a estar desbordado tanto en Francia como en España por la propia evolución del tiempo histórico y el inevitable relevo generacional él había sacrificado todo en aquella lucha, poniendo en riesgo su propia vida en innumerables ocasiones, de modo que a pesar de todas las contradicciones seguirá adelante hasta el final. Pero sus convicciones revolucionarias ya no son la pasión de antaño, sino una rutina aplastante que, para bien o para mal, lo han convertido en el hombre que hoy en día es. "Llegaste de tu país y en cada retorno encuentras este paisaje de exilio".
Se acercaba el 68, una gran sorpresa en muchos sentidos que Resnais nos presenta en una de sus pequeñas células embrionarias representada por ese grupo de jóvenes estudiantes revolucionarios frente a los que Diego Mora, el protagonista, se ve desbordado. Ellos muestran la impaciencia y pasión propia de la juventud, bien representada en aquel famoso lema que decía "Seamos realistas, pidamos lo imposible". Tenía que haber sacrificio, sí, pero el futuro no podía suponer un sacrificio del presente, ni mucho menos un anclaje en el pasado. El propio Diego Mora expresa la sorpresa que muchos experimentaron al conocer que en España existían jóvenes como Blas de Otero, Gabriel Celaya, José Agustín Goytisolo, Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Camilo José Cela, Ana María Matute, Jaime Gil de Viedma o Carmen Laforet, "la gente que ahora hace en España lo que es importante. Veinteañeros, inspirados no por nuestro pasado, sino por su futuro. España ya no es el sueño del 36, sino la realidad del 65...", afirma el protagonista del film. Sin embargo, a pesar de empezar a estar desbordado tanto en Francia como en España por la propia evolución del tiempo histórico y el inevitable relevo generacional él había sacrificado todo en aquella lucha, poniendo en riesgo su propia vida en innumerables ocasiones, de modo que a pesar de todas las contradicciones seguirá adelante hasta el final. Pero sus convicciones revolucionarias ya no son la pasión de antaño, sino una rutina aplastante que, para bien o para mal, lo han convertido en el hombre que hoy en día es. "Llegaste de tu país y en cada retorno encuentras este paisaje de exilio".