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Voto de davilochi:
8
Drama
Narra la vida cotidiana de una familia en la Bosnia rural. La madre está enferma y su último deseo sería ver casado a uno de sus hijos, pero el mayor tan sólo tiene quince años. El padre, preocupado por el deseo de su esposa, intenta encontrar a una chica disponible. El hijo más pequeño anhela ver mundo, la hija mediana se ocupa de las labores domésticas y de sacar buenas notas en la escuela. El mayor está colado por una chica de su ... [+]
19 de abril de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin lugar a dudas uno de los géneros de los que más gusta el cine balcánico: el viaje iniciático de un joven hacia la edad adulta. En este caso nos encontramos en una pequeña comunidad campesina del noreste de Bosnia, de clara mayoría musulmana (lo cual es reflejado por la película). La película transcurre en un periodo no muy lejano a la Segunda Guerra Mundial, quizás diez o quince años después. De hecho el film habla de ese tema omnipresente en la memoria de Yugoslavia: los traumas dejados por un conflicto que supuso el lanzamiento de políticas genocidas, gran represión, traslados forzosos de población de un punto a otro, etc. Sin embargo no fueron más los musulmanes los más afectados por ese conflicto, de hecho muchos de ellos colaboraron durante la ocupación alemana o el régimen de los Ustachi croatas. Pero esto es otra historia que nos lleva a reflexionar hasta qué punto el régimen socialista de Yugoslavia y sus intelectuales trataron de limar las brechas surgidas en el seno de la población a causa de dicho conflicto, brechas que se iban a hacer más que patentes cinco años después de la presentación en televisión de esta película. "Bueno eran malos tiempos", le dice la hermana al padre de los niños, " Solía rezar para sobrevivir. Y todo ese sufrimiento durante la guerra. Y construimos esta casa de la nada". Sí, aquí puede verse cómo para la población yugoslava tanto en la vida material como ideológica el año 45 representó un año 0, una vuelta a empezar en todos los sentidos, no había tiempo para reflexionar en torno a lo qué había pasado, todo estaba devastado por la guerra.
Uno de los puntos que toca la película es el aislamiento de la pequeña comunidad rural frente a la ciudad, presentada como si fuera un horizonte de esperanza, un lugar casi-mágico. Pero esto no le ocurre tan sólo a los niños de una pequeña comunidad campesina de Bosnia, aun recuerdo cuando fui por primera vez a Madrid con 12 años desde Teruel. Es hermoso ver el modo en que se plantean los sueños de los niños en esta película. Pero al mismo tiempo comienza a vislumbrarse una pérdida de peso de la actividad económica agrícola y de la vida en el campo en favor de la pujanza de las ciudades impulsada por la industrialización promovida por el régimen de Tito. No sólo España conoció el éxodo rural en los sesenta, también Yugoslavia fue un claro ejemplo de ello. Así vemos al tío de Nihad cómo abandona el campo para ir a las fábricas de la ciudad o a Senada, para ampliar sus estudios. No peor expresado está el modo en que asumen con resignación el fin de éstos, tal y como hace el protagonista, obligado a crecer por las circunstancias e impulsado a corregir los errores que cometieran sus mayores (según su punto de vista): cuidar al caballo como un ser vivo por ejemplo, un hermoso ejemplo de amor por la naturaleza el de Nihad.
Uno de los puntos que toca la película es el aislamiento de la pequeña comunidad rural frente a la ciudad, presentada como si fuera un horizonte de esperanza, un lugar casi-mágico. Pero esto no le ocurre tan sólo a los niños de una pequeña comunidad campesina de Bosnia, aun recuerdo cuando fui por primera vez a Madrid con 12 años desde Teruel. Es hermoso ver el modo en que se plantean los sueños de los niños en esta película. Pero al mismo tiempo comienza a vislumbrarse una pérdida de peso de la actividad económica agrícola y de la vida en el campo en favor de la pujanza de las ciudades impulsada por la industrialización promovida por el régimen de Tito. No sólo España conoció el éxodo rural en los sesenta, también Yugoslavia fue un claro ejemplo de ello. Así vemos al tío de Nihad cómo abandona el campo para ir a las fábricas de la ciudad o a Senada, para ampliar sus estudios. No peor expresado está el modo en que asumen con resignación el fin de éstos, tal y como hace el protagonista, obligado a crecer por las circunstancias e impulsado a corregir los errores que cometieran sus mayores (según su punto de vista): cuidar al caballo como un ser vivo por ejemplo, un hermoso ejemplo de amor por la naturaleza el de Nihad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y es otra cosa que no puede faltar en toda película balcánica que se precie: los animales y si se me apura los trenes. El tren es el símbolo de la unión entre los pueblos balcánicos, lo hemos visto en "La vida es un milagro" y en muchas otras películas: la superación de las barreras, tanto físicas como mentales.
Otra cuestión de interés que refleja la película es el arraigo de la religión, la superstición y el analfabetismo en las comunidades rurales. El conocimiento se estima como un gran valor, ciertamente, pero muchos prefieren dejar su monopolio en manos de otros, como es el caso de Nihad, quien le dice a Senada: "Tu me enseñarás todo lo que quiera saber". Uno de los fenómenos que sorprende es que los hombres rechacen la educación (al menos los de la película) y sean las mujeres las que destaquen. Las relaciones sociales en las comunidades rurales de la antigua Yugoslavia se basaban en el patriarcado, lo cual hacía pensar a los hombres que no precisaban de ese plus para hacer valer su autoridad. En cambio la mujer se sacrificaba por conseguir su elevación personal por otros medios, por encontrar su propio espacio vital fuera del hogar familiar, de la comunidad. Esto queda bien reflejado en el sacrificio que se ve obligada a realizar la hermana de Nihad para sacar a la familia adelante a la muerte de su madre, estudiando y realizando las tareas de la casa. Además es curioso constatar la pervivencia de formas de conocimiento basadas en el mito (el mito de Adán y Eva contado por el viejo al cartero y al borracho es significativo, porque predetermina una imagen de la mujer en los hombres) y en el empirismo (Nihad no puede creer que el Sol sea más grande que la tierra cuando él ve claramente a simple vista que no es así). Una vez más nos encontramos con el conflicto entre tradición y modernidad y el modo en que esta última penetró en las relaciones del mundo rural: la educación, la escuela.
Otro de los temas sobre los que versa la película es la fugacidad de la vida. Desde el primer momento queda establecido con los diálogos que el anciano abuelo de Senada mantiene a lo largo de la película con los distintos habitantes de la comunidad. Un buen ejemplo es la conversación del principio entre el cartero, el borracho y el anciano. Los dos últimos le insisten al primero para que deje por un momento sus obligaciones laborales y tome algo con ellos diciéndole que "La vida dura sesenta años, no mil". Aquí nos encontramos pues con la paz y estabilidad de la vida rural, sólo perturbada por los acontecimientos naturales: la vida y la muerte propiamente dichas. "Setenta y tres años, parece un montón, pero que rápidamente han pasado". "Quieren que haga testamento, pero lo pospongo". El viejo se queja, siente que lo quieren enterrar en vida, es un ejemplo de obstinación por vivir "contra natura", es una invitación al espectador para replantear los términos de su existencia. Al fin y al cabo la vida dura ochenta años, no mil.
Otra cuestión de interés que refleja la película es el arraigo de la religión, la superstición y el analfabetismo en las comunidades rurales. El conocimiento se estima como un gran valor, ciertamente, pero muchos prefieren dejar su monopolio en manos de otros, como es el caso de Nihad, quien le dice a Senada: "Tu me enseñarás todo lo que quiera saber". Uno de los fenómenos que sorprende es que los hombres rechacen la educación (al menos los de la película) y sean las mujeres las que destaquen. Las relaciones sociales en las comunidades rurales de la antigua Yugoslavia se basaban en el patriarcado, lo cual hacía pensar a los hombres que no precisaban de ese plus para hacer valer su autoridad. En cambio la mujer se sacrificaba por conseguir su elevación personal por otros medios, por encontrar su propio espacio vital fuera del hogar familiar, de la comunidad. Esto queda bien reflejado en el sacrificio que se ve obligada a realizar la hermana de Nihad para sacar a la familia adelante a la muerte de su madre, estudiando y realizando las tareas de la casa. Además es curioso constatar la pervivencia de formas de conocimiento basadas en el mito (el mito de Adán y Eva contado por el viejo al cartero y al borracho es significativo, porque predetermina una imagen de la mujer en los hombres) y en el empirismo (Nihad no puede creer que el Sol sea más grande que la tierra cuando él ve claramente a simple vista que no es así). Una vez más nos encontramos con el conflicto entre tradición y modernidad y el modo en que esta última penetró en las relaciones del mundo rural: la educación, la escuela.
Otro de los temas sobre los que versa la película es la fugacidad de la vida. Desde el primer momento queda establecido con los diálogos que el anciano abuelo de Senada mantiene a lo largo de la película con los distintos habitantes de la comunidad. Un buen ejemplo es la conversación del principio entre el cartero, el borracho y el anciano. Los dos últimos le insisten al primero para que deje por un momento sus obligaciones laborales y tome algo con ellos diciéndole que "La vida dura sesenta años, no mil". Aquí nos encontramos pues con la paz y estabilidad de la vida rural, sólo perturbada por los acontecimientos naturales: la vida y la muerte propiamente dichas. "Setenta y tres años, parece un montón, pero que rápidamente han pasado". "Quieren que haga testamento, pero lo pospongo". El viejo se queja, siente que lo quieren enterrar en vida, es un ejemplo de obstinación por vivir "contra natura", es una invitación al espectador para replantear los términos de su existencia. Al fin y al cabo la vida dura ochenta años, no mil.