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Voto de davilochi:
7
6,0
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Comedia. Drama
Delia, una joven de 18 años que ha ganado un coche de lujo en un concurso, debe ir a Bucarest con sus padres para hacer una grabación que demuestre que es, realmente, la ganadora. Las conversaciones que Delia mantiene con sus padres, durante la grabación, se convierten en agrias discusiones: mientras que ella quiere quedarse con el coche, sus padres, en cambio, quieren venderlo. De este modo, lo que parecía un hecho afortunado degenera ... [+]
20 de abril de 2011
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puesta de largo de Radu Jude, otro joven director del prestigioso e interesante Nuevo Cine Rumano. Hoy por hoy ya se puede hablar de éste con mayúsculas, porque es un cine de escuela, con un estilo muy particular y bien definido a lo largo de la última década. De modo que tras introducirse en el mundo de un cine rumano en plena efervescencia (fue asistente de Cristi Puiu en "La muerte del señor Lazarescu") y llevar a cabo una serie de cortometrajes de gran éxito Radu Jude nos ofrece esta curiosa película que, como las de la mayor parte de sus colegas, trata de afrontar los problemas de la Rumanía del siglo XXI y el legado de los cuarenta años de comunismo y los difíciles años 90 en el país. Sin embargo esta no es una película al uso, sino que el enfoque es completamente diferente a lo que hemos venido viendo hasta ahora, dando al film una perspectiva muy original.
Desde el principio del film se nos plantean cuestiones de gran interés para la comprensión de la realidad en la Rumanía de hoy. Los protagonistas, una familia de clase media-baja, son originarios de un pequeño pueblo de Transilvania, Geoagiu Bai (cerca de Alba Iulia), un centro puntero de turismo rural famoso por sus balnearios y la calidad de su aire. El inicio del film nos muestra a la familia rumbo a Bucarest, separada del pequeño pueblo por cinco horas y medio de viaje (casi 400 kilómetros) en coche por carreteras bastante precarias. El objetivo de su viaje es hacer efectivo un premio logrado por Delia mediante el envío de etiquetas de un refresco gaseoso con sabor a naranja, dicho premio consta de un Dacia, marca señera de la industria automovilística rumana fundada en los primeros años del régimen de Ceaucescu con la asistencia de Renault (en el documental "The autobiography of Nicolae Ceausescu" se puede ver al sonriente dictador en la fábrica de Mioveni probando los modelos). La condición para llevarse el premio es que Delia participe como protagonista en un anuncio televisivo promocionando el refresco y mostrando su agradecimiento a la compañía.
Pronto se van a poner en escena los marcos de referencia de los protagonistas, especialmente del padre de Delia, que considera Bucarest un auténtico infierno donde hay 2,3 millones de vehículos, de los cuales 1 millón de ellos están constantemente en circulación. Un poco avanzada la película descubriremos que sus observaciones acerca de la capital, a parte de causadas por su origen rural, tienen que ver con su visión de futuro, con el modo en que piensa aprovechar el premio logrado por su hija. Su idea es aprovechar el boom del turismo rural, "algo que funciona en toda Europa", para subirse al tren adecuando y ampliando la vivienda de su madre para convertirla en casa rural, precisamente para dar descanso a toda esa pobre gente de Bucarest agobiada por el paso de los días y el incesante ruido de fondo, elemento presente a lo largo de toda la película.
Desde el principio del film se nos plantean cuestiones de gran interés para la comprensión de la realidad en la Rumanía de hoy. Los protagonistas, una familia de clase media-baja, son originarios de un pequeño pueblo de Transilvania, Geoagiu Bai (cerca de Alba Iulia), un centro puntero de turismo rural famoso por sus balnearios y la calidad de su aire. El inicio del film nos muestra a la familia rumbo a Bucarest, separada del pequeño pueblo por cinco horas y medio de viaje (casi 400 kilómetros) en coche por carreteras bastante precarias. El objetivo de su viaje es hacer efectivo un premio logrado por Delia mediante el envío de etiquetas de un refresco gaseoso con sabor a naranja, dicho premio consta de un Dacia, marca señera de la industria automovilística rumana fundada en los primeros años del régimen de Ceaucescu con la asistencia de Renault (en el documental "The autobiography of Nicolae Ceausescu" se puede ver al sonriente dictador en la fábrica de Mioveni probando los modelos). La condición para llevarse el premio es que Delia participe como protagonista en un anuncio televisivo promocionando el refresco y mostrando su agradecimiento a la compañía.
Pronto se van a poner en escena los marcos de referencia de los protagonistas, especialmente del padre de Delia, que considera Bucarest un auténtico infierno donde hay 2,3 millones de vehículos, de los cuales 1 millón de ellos están constantemente en circulación. Un poco avanzada la película descubriremos que sus observaciones acerca de la capital, a parte de causadas por su origen rural, tienen que ver con su visión de futuro, con el modo en que piensa aprovechar el premio logrado por su hija. Su idea es aprovechar el boom del turismo rural, "algo que funciona en toda Europa", para subirse al tren adecuando y ampliando la vivienda de su madre para convertirla en casa rural, precisamente para dar descanso a toda esa pobre gente de Bucarest agobiada por el paso de los días y el incesante ruido de fondo, elemento presente a lo largo de toda la película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La obsesión de Delia por quedarse con el coche que ha ganado puede llegar a resultar enfermiza, ya que ésta se opone a los planes de sus progenitores. Los padres de Delia están forjados en una mentalidad del sacrificio, del pretarse el cinturón hoy en base a un incierto futuro mejor. No hay que olvidar que a lo sumo rondarán la cincuentena, lo cual nos hace pensar que nacieron en torno al año 60: ambos crecieron bajo la premisa de producir más y consumir lo mínimo, todo ello para que el Estado pudiera cumplir con sus planes de industrialización acelerada, primero, y para poder pagar la deuda externa en los duros años 80, después. En cambio Delia pertenece a un mundo diferente, de ahí su mentalidad, la escasa empatía para con sus padres. La protagonista nos pone alerta frente al choque generacional, nos ayuda a comprender la enorme brecha que media entre los que vivieron antes de los noventa y los que nacieron a partir de éstos, como Delia. Ella ha crecido en un mundo donde el neoliberalismo tuvo una entrada brutal abriendo una enorme brecha entre las diferentes clases sociales, a pesar de que esto pudo estar minimizada por el hecho de vivir en un pequeño pueblo de Transilvania; en este nuevo mundo lo que importa ya no son una serie de dogmas y unas las cotas de producción para alcanzar la Tierra Prometida del paraiso socialista, sino disfrutar del momento, hacer y ser lo que implica el ser joven desde el punto de vista del capitalismo: disfrutar de unas vacaciones con los amigos, montar una buena fiesta y poseer tu propio coche. La propia Delia se muestra avergonzada frente a otros compañeros de clase a los cuales sus padres pueden conceder toda una serie de lujos que los suyos no se pueden permitir, mostrándonos una característica propia del ser humano potenciada hasta límites inimaginables por el capitalismo: ansiar lo del vecino o medir tu propia valía respecto a sus posesiones.
Efectivamente, un cambio de dioses en el Olimpo: la justicia social por el consumo, la felicidad socialista por la felicidad capitalista; al final ambas se convierten en un espejismo. El director de la compañía de refrescos se lo deja muy claro a Delia antes de la grabación del anuncio: "Queremos demostrar a la gente ordinaria que todo es posible, así que tienes que mostrarte feliz", pero la realidad es muy distinta, porque ella no podrá llegar a conducir ese coche y ni siquiera entiende por qué, mientras que la apuesta económica de sus padres es incierta en un mercado turístico cada vez más copado. Frente al obrero sano, inmaculado y sonriente de los tiempos del socialismo real que podemos ver en documentales, estatuas y carteles de propaganda nos encontramos al consumidor sano, inmaculado (incluso sin la pelusilla del bigote) y sonriente que adora poder estar rodeado de las cosas que más ansía.
Efectivamente, un cambio de dioses en el Olimpo: la justicia social por el consumo, la felicidad socialista por la felicidad capitalista; al final ambas se convierten en un espejismo. El director de la compañía de refrescos se lo deja muy claro a Delia antes de la grabación del anuncio: "Queremos demostrar a la gente ordinaria que todo es posible, así que tienes que mostrarte feliz", pero la realidad es muy distinta, porque ella no podrá llegar a conducir ese coche y ni siquiera entiende por qué, mientras que la apuesta económica de sus padres es incierta en un mercado turístico cada vez más copado. Frente al obrero sano, inmaculado y sonriente de los tiempos del socialismo real que podemos ver en documentales, estatuas y carteles de propaganda nos encontramos al consumidor sano, inmaculado (incluso sin la pelusilla del bigote) y sonriente que adora poder estar rodeado de las cosas que más ansía.