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Voto de davilochi:
9
7,2
1.731
Drama
"No levantarás falsos testimonios, ni mentirás": Elzbieta acaba de llegar de Nueva York para investigar sobre los supervivientes judíos de la guerra. Para ello, asiste a una clase de Ética en la Universidad de Varsovia y se presenta a Sofía, la respetada profesora. Octavo de los diez mediometrajes realizados para la televisión por el director Krzysztof Kieslowski y el guionista Krzysztof Piesiewicz, denominados genéricamente "Decálogo". ... [+]
9 de enero de 2011
42 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
El "Decálogo 8" rompe la dinámica dominante en los siete primeras películas de la serie. Quizás podría relacionarse en cierta medida con "Decálogo 3", en la medida en que trata las consecuencias de decisiones tomadas en el pasado que resultan determinantes en el presente que nos presenta la película; no obstante aquí nos encontramos con un espacio de referencia pasado muy concreto en el imaginario del pueblo polaco: la Segunda Guerra Mundial. Este momento histórico ha quedado grabado en los esquemas mentales de la sociedad polaca como algo único en su singularidad por lo que supuso y podía haber supuesto. Aunque el film no haga referencia directa a ello es importante tener en cuenta que sobre el territorio polaco se superponían dos de los grandes proyectos fundamentales de la Alemania nacionalsocialista: la elimación del pueblo judío y el espacio vital del pueblo alemán que debía ser ganado a costa de la destrucción y subordinación del pueblo polaco. Elzbieta y Zofia, las dos protagonistas del film, serían en este film la representación simbólica de ambos objetivos en la consecuión de los proyectos alemanes; la relación que las une, los momentos en que sus destinos se cruzaron, aparecen dominados por la consciencia de la dualidad de proyectos del ocupante de Polonia durante la guerra y la jerarquía existente entre éstos: la eliminación de los judíos era una prioridad, la destrucción de Polonia era algo que se podía ir gestando lentamente y podía posponerse para cuando llegara el fin de la guerra. Nunca se encontró entre las prioridades de la resistencia polaca la lucha contra el intento alemán de destruir a los judíos polacos, en un contexto de endémico nacionalismo del que no se salvaron (obviamente y más teniendo en cuenta que se encontraban en lucha frente a una ocupación extranjera cuyo objetivo era la destrucción de la nación polaca) ni tan siquiera los resistentes éstos no eran considerados polacos; buena prueba de ello son las cifras y los documentales de Lanzmann que nos dan fe del extendido antisemitismo de la Polonia católica.
Kieslowski va al fondo de una cuestión punzante aún hoy en Polonia. La clase de ética de Zofia a la que asiste Elzbieta en la universidad, momento crucial del film con una increíble carga de tensión (véase la excelente interpretación de María Koscialkowska en su dominio de la mímesis), nos va a demostrar cómo actúa la lógica humana imponiendo el pragmatismo sobre cualquier idealismo en caso de que se halle en juego la propia vida: uno de sus estudiantes lo dejará claro al responder que es el miedo lo que puede llevar a una joven pareja polaca a rechazar la posibilidad de dar refugio a una indefensa niña judía de seis años, el miedo a la propia muerte. Aquí nos da una de las claves para entender por qué toda una sociedad dio la espalda ante el exterminio de tres millones de sus conciudadanos.
Kieslowski va al fondo de una cuestión punzante aún hoy en Polonia. La clase de ética de Zofia a la que asiste Elzbieta en la universidad, momento crucial del film con una increíble carga de tensión (véase la excelente interpretación de María Koscialkowska en su dominio de la mímesis), nos va a demostrar cómo actúa la lógica humana imponiendo el pragmatismo sobre cualquier idealismo en caso de que se halle en juego la propia vida: uno de sus estudiantes lo dejará claro al responder que es el miedo lo que puede llevar a una joven pareja polaca a rechazar la posibilidad de dar refugio a una indefensa niña judía de seis años, el miedo a la propia muerte. Aquí nos da una de las claves para entender por qué toda una sociedad dio la espalda ante el exterminio de tres millones de sus conciudadanos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pronto descubriremos que la niña judía era Elzbieta y que la mujer en aquel matrimonio polaco que rechazó darle acogida era Zofia. Por supuesto había una motivación más allá de todo esto que nos muestra al mismo tiempo la ambigüedad del ser humano, capaz de usar lo que él eleva a la condición de sacro en pos de su propia beneficio material. Esto sería lo que comúnmente llamamos dar la vuelta a la tortilla: Zofia y su marido hicieron uso de los principios de la ortodoxia católica para librarse de forma convincente (es decir, rechazar a la niña para no dar falso testimonio por no estar bautizada) de lo que ellos creían era una trampa de la Gestapo para introducir topos (en este caso la niña) dentro de la resistencia, en la que Zofia y su marido estaban implicados. Al poco de rechazar a Elzbieta, Zofia descubriría que las sospechas estaban infundadas y su vida quedó marcada por el hecho de haber dejado a aquella niña inocente a las puertas de su casa, expuesta a una muerte segura, todo ello en nombre del pragmatismo.
Zofia es el ejemplo de cómo la Segunda Guerra Mundial condicionó el destino de todos y cada uno de los polacos, de hecho fácilmente llegamos a suponer que la decisión que tomó aquella tarde de febrero de 1943 fue la que la empujó a desarrollar una conciencia crítica y, a posteriori, a convertirse en una respetada profesora de ética cuyo imperativo es poner la vida de un niño por encima de todo lo demás. Cuán traumático fue para ella dejar abandonada a aquella niña se refleja en el hecho de que cuando lleva a Elzbieta al lugar donde esto sucedió y ésta se esconde Zofia llega a creer por momentos que todo ha sido un sueño, que ha perdido la cabeza, lo cual nos da una idea de hasta qué punto la habían atormentado los remordimientos. La propia Elzbieta aparece plenamente condicionada por su propio pasado, necesitada de respuestas tanto en lo personal (de ahí su viaje a Polonia para encontrarse con Zofia) como en lo global (de ahí que se dedique a investigar el destino de los judíos). Al final nuestras decisiones son las que van conformando nuestro camino de forma indeleble, no podemos escapar a las consecuencias que desencadenan tanto a nivel interno como externo.
En cualquier caso yo me quedo con el principio del film, verdaderamente magistral y poético, sobrecogedor y de obligado revisionado una vez se llega al final, porque es entonces cuando tomamos conciencia de su profundidad: esa mano anónima que aferra a la pequeña Elzbieta a la vida como un cordón umbílical, una niña inocente que es incapaz de comprender lo que le ocurre excepto el miedo atroz que la domina. Este es un pequeño/gran homenaje de Kieslowski a todos aquellos que arriesgaron sus vidas para salvar las de otros, algo que, por desgracia, fue mucho menos común de lo que cabría imaginar.
Zofia es el ejemplo de cómo la Segunda Guerra Mundial condicionó el destino de todos y cada uno de los polacos, de hecho fácilmente llegamos a suponer que la decisión que tomó aquella tarde de febrero de 1943 fue la que la empujó a desarrollar una conciencia crítica y, a posteriori, a convertirse en una respetada profesora de ética cuyo imperativo es poner la vida de un niño por encima de todo lo demás. Cuán traumático fue para ella dejar abandonada a aquella niña se refleja en el hecho de que cuando lleva a Elzbieta al lugar donde esto sucedió y ésta se esconde Zofia llega a creer por momentos que todo ha sido un sueño, que ha perdido la cabeza, lo cual nos da una idea de hasta qué punto la habían atormentado los remordimientos. La propia Elzbieta aparece plenamente condicionada por su propio pasado, necesitada de respuestas tanto en lo personal (de ahí su viaje a Polonia para encontrarse con Zofia) como en lo global (de ahí que se dedique a investigar el destino de los judíos). Al final nuestras decisiones son las que van conformando nuestro camino de forma indeleble, no podemos escapar a las consecuencias que desencadenan tanto a nivel interno como externo.
En cualquier caso yo me quedo con el principio del film, verdaderamente magistral y poético, sobrecogedor y de obligado revisionado una vez se llega al final, porque es entonces cuando tomamos conciencia de su profundidad: esa mano anónima que aferra a la pequeña Elzbieta a la vida como un cordón umbílical, una niña inocente que es incapaz de comprender lo que le ocurre excepto el miedo atroz que la domina. Este es un pequeño/gran homenaje de Kieslowski a todos aquellos que arriesgaron sus vidas para salvar las de otros, algo que, por desgracia, fue mucho menos común de lo que cabría imaginar.