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España España · Madrid
Voto de Ibán:
6
Drama Tras abandonar Dogville, Grace se dirige con su padre a Manderlay, una plantación de Alabama, donde ambos son testigos de los horrores de la esclavitud y la segregación. Segunda parte de la trilogía "Visiones de América", en la que el director danés ofrece su punto de vista sobre un país que nunca ha visitado. (FILMAFFINITY)
14 de febrero de 2006
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Así como el personaje de Nicole Kidman no revelaba su aspecto moralizante hasta el final de “Dogville”, previa transformación (¿o no?) de su angelical expresión; aquí en este "Manderlay", quizá porque ya estemos entrados en materia, conocemos desde el primer instante las intenciones mucho más claras del de Bryce Dallas Howard en su intención por ilustrar al mundo: curiosamente siendo la misma Grace (o eso dicen). Por ello este “Dogville” desheredado de la presencia de la Kidman y abnegado del factor sorpresa de su propuesta teatral nazca cojo y resulte en exceso mucho más obvio y subrayador. Sin embargo, pese a todo y sobre todo pese a si mismo Lars Von Trier edifica un relato discurrente y discerniente (cómo debe ser) pero por desgracia además discursivo (como no debe ser). Esto no es excusa para que en poco más de dos horas Manderlay nos lance a la cara las cuatro verdades ya no sobre el racismo sino sobre el derecho a la libertad y dilapide de paso nuestras más poderosas convicciones; aquellas que tienen que ver con la tolerancia, la independencia y la democracia; capaz esta de convertir un instante en el que aún no ha amanecido en las ocho de la noche a golpe de voto popular. Poderosa paradoja que supone un “suma y sigue” en una película que hábilmente se sujeta sobre varias de ellas. Es por tanto este cuento moralizante hasta el extremo el resultado de una perversa fábula que se cierra sobre un final que inteligentemente no intenta emular ni superar al de “Dogville” y que se complementa más bien como un negativo de aquel, y a fin de cuentas hasta en cierto sentido mucho más doloroso e hiriente que el de su antecesora en su ausencia de explosión, fuego y furor; a lo mejor porque no hay nada más demoledor que la huida hacia la soledad
Ibán
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