Más porque conserva el espíritu gamberro y desinhibido que convirtió a Clerks en un fenómeno de masas, y peor porque las gracias pierden espontaneidad y entre vulgaridades y chistes fáciles no termina de resultar eficaz como conjunto y se vuelve monótona y rutinaria hasta el punto de acercarse peligrosamente al canon de comedia adolescente de los noventa, justo lo que se director pretende evitar por todos los medios.

Un aspecto especialmente chocante y del que el film sale peor parado si lo comparamos con el anterior trabajo de Kevin Smith son sus personajes, pésimamente interpretados por actores de medio pelo y expresión acartonada sin una pizca de carisma. Ni los sobreexplotados Jay y Bob el silencioso se salvan de la quema.
El chiste dialogado lleno de ingenio y humor freak repleto de referencias cinéfilas y del mundo del cómic que caracteriza a su creador se vislumbra por momentos y saca más de una sonrisa, pero la comicidad, empobrecida por el trabajo actoral, no es continua y provoca la molesta sensación de estar asistiendo a una sucesión de sketches sin conexión alguna.

“Mallrats” no funciona, al guión le falta oficio y le sobra estilo y los actores no pueden estar peor elegidos. Entretiene por desidia y agotamiento pero no brilla ni luce aunque este a color y tenga presupuesto.
A Smith se le nota que lo suyo son las cosas pequeñas y a trompicones, eso o habrá que empezar a pensar que es simplemente uno de esos "cineastas por un día" que surgen de vez en cuando y sorprenden con su ópera prima para después caer en el ostracismo más absoluto.