Soy seguidor incondicional de cualquier cosa que tenga que ver con la ciencia-ficción y, especialmente, los viajes en el tiempo, y, a pesar de todas mis reservas que tenía sobre este remake del relato de H.G.Wells y, por ende, la película de George Pal protagonizada por Rod Taylor e Yvette Mimieux, no podía resistirme a pasar por el aro de esta producción.

Podía haber sido peor, la verdad. Un giro de argumento que desencadena la construcción de la máquina como vuelta de tuerca de la novela es muy creíble y da más dramatismo al motivo de la investigación científica, pero, a partir de ahí, todo se pierde en un mundo de subtramas y personajes casuales - y que parece que pintarán más y luego no pintan - que no lleva a ninguna parte. Vamos, que de la típica estampa nevada de 1899 (ahora en New York City, para variar) se empiezan a suceder déjà vus cinematográficos sin parar y, al final, da la sensación de que el señor director se ha dedicado a realizar un pastiche con sus películas referentes del género fantástico, bastardeando por completo la esencia de sus obras de referencia.

Detalles en el spoiler...

Por último, no sé cómo tienen la vergüenza de poner a Alan Young (el Philby de la película de George Pal) en los créditos como autor principal, si sólo aparece unos segundos como encargado de la tienda de flores... Y, más vergonzante el papel de Jeremy Irons, pero esto ya ni merece comentario. Jeremy, debiste aprovechar en su momento y ligarte a la barcelonesa Loles León para que te enseñase el desfile de estatuas vivientes de las Ramblas y, al menos, hubieses hecho menos el ridículo en esta película...