Si no le pongo una nota más alta a la película es por la fantasmada intolerable y execrable de la escena del autobús y el puente de la autopista, una de las idas de pelota más antológicas, ridículas e hilarantes de todos los tiempos. Por lo demás, de nuevo una idea muy original lleva la acción en volandas, e incluso dos actores sobrevalorados como el monocorde Reeves y la voluptuosa pero encasillada Bullock salen airosos. Como siempre en estos casos, Dennis Hopper borda el papel del villano.

Existe un paralelismo evidente entre este filme y las normas de tráfico del área metropolitana de Barcelona: los sufridos catalanes de nacimiento y adopción no podemos pasar de los 80 km hora en un radio de 30 kilómetros aproximadamente, porque tenemos a varios Dennis Hopper en forma de radares que se cabrean y nos multan muy gustosamente. Ya sé que en la película es al revés, pero no me he podido resistir a aportar una dosis de "català emprenyat" (catalán cabreado)" a la crítica. 8 millones de personas me entenderán.