No cabe duda de que la película original de 1933 siempre perdurará en la memoria como la gran obra maestra que fue en su día. Y aunque en aquel momento el impacto de la obra fue mayúsculo no ha envejecido tan bien como a muchos les gustaría. Los cinéfilos anclados en el pasado que ven esta película con la idea precipitada de que no superará a la original, o que incluso marchitará el legado de esta, no serán capaces de disfrutar esta portentosa maravilla.

Un lavado de cara inmejorable en casi todos los sentidos, más acorde a los tiempos que corren. Pero no todos son efectos visuales (los cuales son impresionantes no, lo siguiente) o escenas de acción espectaculares a más no poder. La narración de la historia es magnífica, tensa y capaz de mantener al espectador en el asiento por las tres horas de metraje sin aburrirlo. Las actuaciones son notables en general, pero Andy Serkis (brillante en su papel del simio gigante a pesar de estar hecho íntegramente con captura de movimiento y efectos especiales) y Naomi Watts están especialmente magníficos, formando una pareja gloriosa y una de las mejores historias de amor imposible que he visto en mucho tiempo. Watts merecía al menos una nominación al Oscar por este papel. Porque esta película no solo son espectaculares peles con dinosaurios o el famoso clímax sublime en la cima del Empire State. Hay que mirar más allá del envoltorio, la trama de cine dentro de cine, la del joven e inadaptado personaje que interpreta Jamie Bell... Todo lo acompaña una banda sonora a la altura y, como ya he dicho, un apartado visual impresionante.

En resumen, una película realmente muy buena, entretenida, conmovedora, fiel a la original y que difícilmente podría haber sido mejor. Inmejorable labor de Peter Jackson.