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Voto de Sirah Wiedemann:
8
Romance. Drama Don es un vendedor de casas que en su tiempo libre presta servicio voluntario en el Teléfono de la Esperanza. A Ann, que trabaja en una tienda de artículos de fotografía y vídeos, su novio le ha dicho que ya no la quiere y que desea cortar la relación. Para intentar recuperarlo, ella graba una cinta de vídeo donde le cuenta cosas que nunca le dijo. Las vidas de Don y de Ann, al cruzarse, experimentan cambios fundamentales. (FILMAFFINITY) [+]
21 de septiembre de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿A quién no le ha ocurrido nunca tras terminar una relación (sentimental, de amistad, laboral…) pensar en todo aquello que debía haber dicho pero sin embargo nunca dijo? Y eso no es lo más terrible, lo peor es seguir rumiando qué hacer para intentar mitigar parte del dolor que te está perforando por dentro. Para sentirse como un perdedor terrenal pero mantener la moral victoriosa es frecuente reflexionar sobre todos los puntos en cuestión: ¿por qué no funcionó? ¿en qué momento perdí la capacidad crítica y fui incapaz de darme cuenta que ese no era el camino? ¿se puede hablar de amor cuando uno de los dos renuncia a una parte de sí mismo en nombre de aquello que siente por la otra persona? ¿y si aquello acabó siquiera antes de haber comenzado? Ann y Don, protagonistas de la cinta dirigida por Isabel Coixet, se enfrentan a muchos interrogantes antes de decidir cuál es la siguiente parada en su devenir existencial. Y en ese camino se toparán con diversos personajes, en un marco muy particular dotado de una sensibilidad y naturalidad apabullantes. En el metraje se intercalan pequeñas historias de seres abrumados por la enfermedad, la soledad, las dudas y el deseo, todo ello tratado con honestidad.

La cineasta catalana se lanzó en los 90 a realizar una potente narración audiovisual con un argumento muy alejado del cine convencional español (no obstante, la ambientación y el reparto en su gran mayoría son internacionales) y la jugada le salió a las mil maravillas. Fueron numerosos los galardones que recibió y con el tiempo la película se ha convertido en una pequeña joya del cine de culto. Al estilo narrativo de la autora hay que añadir una fotografía natural y un espíritu cautivador. Personalmente, me alegro de no haberla visto hace unos años cuando era adolescente, pues creo que hay detalles que inevitablemente se me hubieran escapado. Pienso que a menudo tendemos a vivir con prisas, con la mente puesta en futuros proyectos, y eso nos impide saborear los pequeños detalles que configuran nuestra vida, los cuales pueden resultar invisibles, pero que sin embargo juegan un papel esencial en nuestro bienestar cotidiano. Casi todos nos pasamos gran parte del tiempo buscando la felicidad, pero cuándo la tenemos ¿somos realmente consciente de ello? Esta y otras cuestiones vitales son una constante en los diálogos, y reafirman lo efímero de la existencia humana, cómo experimentamos la dicha y al siguiente instante podemos caer presa del tedio más insoportable.

Siempre quedan palabras por decir, cartas que se escriben cuyos destinatarios no leerán, ojos y oídos que espían asuntos ajenos, anhelos difíciles de lograr, desgarros que convierten nuestro cuerpo en improvisados jirones esparcidos y piezas de puzles que no acaban de encajar. Pero aún así continuamos. Esta es una emotiva historia que nos muestra cómo a veces termina un ciclo de la vida y debemos aprender a vivir de un modo diferente, pero no tratando de discernir cuáles fueron los errores que provocaron el final de lo anterior, sino tomando aquello que nos viene por delante con la mayor vitalidad e ilusión posibles. Tal vez la clave, a fin de cuentas, sea dejarse llevar. Simplemente.
Sirah Wiedemann
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