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España España · Valencia
Voto de Jesúsperis:
9
Drama Durante la dictadura militar, María vive en Buenos Aires con su madre en una gran casa en decadencia. Han alquilado algunas habitaciones, y en una de ellas vive Félix, un joven tímido enamorado de María, que al parecer trabaja de vigilante en un garaje. María enseña a leer y a escribir en un barrio pobre y, además, pertenece a una organización que lucha contra la dictadura militar. Una mañana, unos soldados la detienen y la llevan al ... [+]
4 de noviembre de 2008
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película sobre los desaparecidos en la Argentina. Es la historia de una desaparición, la crónica de un descenso a los infiernos, de la destrucción física y psicológica que produce la tortura y el encierro en la protagonista, del sometimiento absoluto a que la somete su torturador.
De entre todas las ideas, sensaciones, sabores en la garganta que la película produce, quiero quedarme ahora con dos apuntes: por un lado, dos tipos recurrentes de planos que utiliza casi a modo de estribillo: planos aéreos de la ciudad, las luces del tráfico en la avenida 9 de Julio, el obelisco. Nada pasa, visto desde el aire. También los planos del garaje que sirve de campo de concentración improvisado visto desde fuera, su puerta cerrada ante la que caminan ciudadanos de paso entre dos puntos cualquiera de sus vidas de cada día.
Por otro lado, la rutina. La película subraya lo que de funcionarial tiene el trabajo de los secuestradores, de los torturadores. Fichan cuando llegan al trabajo. Protestan si los cambian de turno. Demoledora es la secuencia en la que asistimos a una reunión del grupo, decidiendo cuáles de los prisioneros son todavía útiles, cuáles han dicho ya todo lo que saben, cuáles van a ser “trasladados”, es decir, arrojados al mar. Tiene el aire rutinario, aburrido, de cualquier reunión de cualquier trabajo, de cualquier recapitulación de grupo al final de la jornada.
La película viene a subrayar cómo el horror se instala en lo cotidiano. No es patrimonio de días excepcionales, no está fuera del tiempo ni de la cronología. Está en el mismo mundo, en días iguales a todos los demás, a estos que habitamos, con la misma luz, con las mismas cosas triviales que parecen darles sentido. Está tras esa puerta cerrrada tras la que pasamos cada día. Y lo que es peor, lo cotidiano lo acoge con facilidad en su interior. Tiene una capacidad pasmosa para naturalizar el horror, para integrarlo en el orden, para hacerlo invisible, y también para que parezca trivial, lógico, legítimo, a sus propios perpetradores.
Jesúsperis
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