Mientras me estoy viendo la ya octava temporada de 24, me decido a escribir una crítica de una de las pocas series que sigo temporada a temporada. Serie que comenzara justo antes del consabido 11-S y que sin duda se benefició del luctuoso suceso. Serie que se adelantó a los tiempos al coronar al primer presidente negro de Estados Unidos (Dennis Haysbert fue durante un par de temporadas el presidente David Palmer. Y ahí va un spoiler) mucho antes de que se empezase a hablar de Barak Obama. Pero no es ése el único dato a favor de 24.

La principal característica de la serie, y de ahí su título, es que las más peligrosas crisis internas que pueden sucederle al país más podersoso del mundo ocurren en el transcurso de un solo día, en esas 24 horas. Resultado de lo cual: aquí todo sucede a pleno gas, no hay literalmente ningún tiempo que perder. Y la persona que por hache o por be siempre se las dará de salvador de la patria es el gran personaje de acción de este siglo XXI en televisión: Jack Bauer.

¿Sabéis el mono de 24 cuando tuvieron que suspender la séptima temporada cuando la huelga de guionistas? Malditos bastardos, lo mal que me lo hicieron pasar.

Pero no, todas las temporadas no han sido iguales. Las dos primeras, verdaderamente impactantes. Jack Bauer (obvia decir para los acérrimos seguidores, Kiefer Sutherland) en estado puro. Hasta se metió a co-productor el hijo de Donald.

Serie que introdujo aspectos polémicos como el de mostrar interrogatorios al margen de la ley. Y es que para Jack Bauer cualquier medio es justificado para salvar el futuro de su país. Cualquiera, lo recalco. Porque si tiene que matar a un compañero de trabajo con tal fin, os aseguro que lo hará. Lo hace, de hecho. Y es que están en juego virus letales, amenazas nucleares, la vida de presidentes (tas)…

Quizá mi nota la baso en las primeras temporadas, quizá el efecto sorpresa ya no es lo mismo y quizá los guionistas tienen que rizar el rizo ya un poco pillados por los pelos, pero como dijo Joaquim de Almeida… (spoiler)