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Afganistán Afganistán · Berlín
Voto de Connie Selleca:
9
Comedia En una pequeña ciudad provinciana, a unas burguesas ociosas se les ocurre la idea de organizar una campaña navideña cuyo lema es: "Siente a un pobre a su mesa". Se trata de que los más necesitados compartan la cena de Nochebuena con familias acomodadas y disfruten del calor y el afecto que no tienen. Plácido ha sido contratado para participar con su motocarro en la cabalgata, pero surge un problema que le impide centrarse en su trabajo: ... [+]
5 de marzo de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El argumento de Plácido no es más que una gran excusa para que Berlanga haga un retrato desde un punto de vista muy personal de un momento de la historia de España (quizá de la humanidad entera). No nos importa demasiado que el personaje que interpreta Cassen logre o no su objetivo mientras el ojo crítico de Berlanga lo persigue por los distintos estratos sociales: los ricos, los pobres, los trabajadores, los empresarios, los pícaros, los desahuciados, la iglesia, los artistas, la prensa... Sin embargo hay alguna pequeña trampa en todo este recorrido pues el punto de vista de la narración no es siempre el personaje de Plácido. Hay escenas en las que no aparece o aparece después de la presentación de la escena y sus personajes. Esto le resta a Plácido algo de fuerza y protagonismo, cuando es sin duda el personaje principal de la película (incluso da el título a la misma) y la motivación inicial del argumento: el pago de la letra de su carromato. Al hacer esto (es un recurso de dirección) Berlanga desplaza intencionadamente la atención del espectador hacia los asuntos que le interesa mostrar a él, esta mirada incisiva sobre las desigualdades sociales, la hipocresía, la falsa caridad, las apariencias, la crueldad, el cinismo, etc. Muchos dicen que es una crítica social más bien política hacia el régimen franquista pero no es así, es aún peor. Berlanga no deja títere con cabeza: el egoísmo se muestra presente en casi todos los personajes, que van a lo suyo, a su asunto, incluyendo al mismo Plácido y su familia. No se salvan del egoísmo (egoísmo tal vez obligado por el hambre, aunque no deja de ser egoísmo) ni los pobres pese a sus duras circunstancias (atención a la triste, dura y tragicómica penúltima secuencia, donde la sonrisa se te congela en la boca, en la que no sabes si reír o llorar). Es un retrato cruel y pesimista del ser humano y por eso, pese a que todos los personajes logran sus objetivos, deja al terminar un regusto amargo en la boca, subrayado por el villancico final. Por eso en Plácido no te acabas riendo a carcajadas de la miseria de sus personajes como en otras películas de Berlanga, no es una comedia al uso sino una crítica feroz y despiadada maquillada con algunos chistes que no desvirtúan su esencia.
A nivel formal es espléndida la puesta en escena, el barullo que logra siempre Berlanga en sus planos-secuencia a los que va añadiendo personajes con un ritmo muy natural y ágil.
El mérito lo comparte por supuesto con el guion que escribe junto a Azcona.
Una obra maestra del cine que merece varios visionados.
Connie Selleca
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