Es evidente que Werner Herzog no es un director convencional, ni mucho menos. Es diferente a los demás y por eso sus películas son completamente distintas a lo que los espectadores entendemos a priori como buenas películas. Herzog no intenta buscar la complacencia del espectador, sino todo lo contrario, su preferencia son los antihéroes, los personajes con una personalidad tan arrolladora que los hace luchar contra el mundo que los rodea, por defender sus ideales hasta el final aunque siempre terminen en un fracaso absoluto. Sabiendo todo esto, entenderemos mucho mejor al protagonista de esta historia.

Fitzcarraldo en realidad es eso, simplemente un antihéroe, un megalómano, una persona que lucha contra viento y marea ante la idea de construir un teatro en el poblado de Iquitos, en plena selva del Amazonas peruano. Pero no sólo eso, sino que el teatro será inaugurado por el gran Enrico Caruso, del que Fitzcarraldo siente verdadera admiración. Para sufragar los gastos de la construcción se embarca en empresas alocadas, como una fábrica de hielo, para finalmente adentrarse en la industria del caucho.

Con el caucho muchos se han hecho ricos, pero Fitzcarraldo tiene un problema, las tierras que ha comprado están al otro lado del río navegable, en un río por el que no se puede llegar desde Iquitos, por lo que se le ocurre una de sus disparatadas ideas, trasladar el barco desde un río al otro, arrastrándolo a través de la montaña. Lo realmente sorprendente es que la película está basada en hechos reales, prácticamente todo lo que se narra en la película ocurrió de verdad, incluso lo del barco, sencillamente magnífico.

En realidad, lo que da ese tono realista a la película es sin duda la forma de rodar de Herzog, a medias entre ficción y documental, prácticamente fundiéndose en una mismo elemento. También los paisajes son fundamentales para crear ese ambiente, las tomas aéreas de la selva son impresionantes. Esas localizaciones donde la naturaleza se muestra salvaje y virgen todavía, muy recurrente en la filmografía de Herzog. Por último, no podemos olvidarnos de la música, crucial para entender la grandeza y la locura del personaje de Fitzcarraldo. Se cree que la música lo puede salvar de todos sus problemas, incluso de los indígenas. Según él, la música es el arte que más fácilmente llega al ser humano. Sin duda, una de las películas que hay que ver al menos una vez en la vida.