La tendencia de la crítica hacia el cine comprometido de Oriente suele saldarse con unas calificaciones bastante positivas aunque su contenido tenga escasos valores cinematográficos. Esto ha provocado que el público, en general, al más mínimo indicio del origen oriental de las películas mire con recelo este tipo de “cine pá listos”. “Osama” es en este sentido (junto a películas como “Las tortugas también vuelan”) cine que no sólo nos devuelve la confianza en lo que nos llega de estos países, sino que además se nos revela como una de las grandes cotas a las que el cine, con mayúsculas, puede llegar.

“Osama” es la ópera prima de Siddiq Barmak y el primer largometraje realizado en Afganistán desde que los talibanes tomaron el poder. Fue posible gracias al apoyo de la cinematografía iraní, de la que es deudora en sus aspectos estéticos y narrativos, y también por contar con su ayuda en la producción y en la colaboración técnica del director de fotografía Ebrahim Ghafuri, quien ya interviniera en las estupendas "Kandahar" y "La pizarra". De ellas hereda el aliento poético que late en toda la historia, tratado con crudo realismo (en tono documental), que sirve de testimonio acerca de las condiciones de vida de la mujer afgana desde la infancia, víctima del poder irracional de la ortodoxia religiosa, en este caso islámica, de los "estudiantes" ("taliban" en árabe).

En las primeras imágenes unas mujeres que se manifiestan reclamando sus derechos son disueltas a manguerazos, maltratadas y encarceladas. Son los primeros momentos del entonces nuevo régimen talibán dónde las mujeres no pueden tomar las decisiones por si mismas, el inicio de usurpación total de su identidad. Les está prohibido trabajar o simplemente ir por las calles sin la compañía de un varón. La protagonista ve cómo no puede ya ejercer su profesión médica y se le ocurre la idea de transformar a su hija en chico, cortándole el pelo y vistiéndola con ropa de su difunto marido. Temblorosa y asustadiza por las consecuencias de ser descubierta, la niña se pone a trabajar en una tienda, para ser pronto reclutada junto a otros chicos y conducida a una "madrasa" ("escuela") convertida en centro de adiestramiento, donde un amigo que conoce su secreto le da el nombre de Osama, sinónimo de terror en Afganistán.

Cine de denuncia social y política, al hilo de una historia personal que va cargándose de dramatismo, "Osama" es una buena síntesis del realismo y poesía con que se nutre el buen cine cuando hay escasez de medios, del cine que no se conforma con ser sólo la descripción de un conjunto de sucesos y avatares vergonzosos.